Alberto Gómez Vaquero (Valladolid, 1984) es periodista y escritor. Ha publicado tres novelas, las dos últimas de ellas, «Concerto Solli» y «El pecado», editadas también por Carpe Noctem. Como traductor ha trasladado al castellano a Virginia Woolf, Scott Fitzgerald, Nick Flynn o H.D., entre otros. En la actualidad reside en Madrid y dirige una agencia de comunicación.
Años noventa. Un joven profesor de literatura llega al instituto de un pueblo de la España rural. Uno de sus alumnos, un adolescente que siente que no encaja del todo en los estrechos límites de su entorno, descubre el poder transformador de los libros y, al mismo tiempo, se enfrenta a sus propios fantasmas. A lo largo del curso sus lecturas se multiplican, pero también los quebraderos de cabeza del paso a la vida adulta. El descubrimiento del amor y el sexo, los abismos de la adicción, la pasión por la literatura y el poder de la amistad son temas que dan forma a esta novela que habla de la lucha por ser uno mismo.
- ¿Por qué, cuando nos enfrentamos a preguntas sobre temas que desconocemos, tendemos a fingir conocimiento para evitar quedar mal? Por ejemplo, ¿por qué decimos que hemos leído poesía cuando no es cierto, como cuando el profesor le regala su primer libro de poesía al protagonista? Además, ¿por qué el protagonista recurre a la mentira en diversas ocasiones?
En el caso del personaje, cuando miente sobre lo que ha leído, yo quería mostrar su vergüenza por haber crecido en un entorno donde los libros no han sido importantes y donde no ha tenido acceso a ellos. Eso a él, sobre todo al principio, lo avergüenza porque lo vive como si fuera un pecado o una culpa heredada, siente que se le ha privado de una oportunidad de acceder a la cultura y culpa por ello a sus padres. Y para no reconocer eso que vive como una vergüenza, miente. La mentira, es verdad, se convierte luego en él en un hábito por una razón: porque así oculta quién es o quién quiere ser de verdad. Como todo adolescente siente que, si se muestra tal cual es, no le entenderán y, además, las críticas a su identidad le harán daño. De modo que prefiere ocultarse y mentir. Mostrar una cara, digamos, de normalidad y luego, cuando nadie mira, comportarse como él prefiere.
-Al principio esas fichas que rellena el protagonista cobran relevancia y luego se van diluyendo con el avance de la historia y de las estaciones. Lo mismo que la biblioteca que empieza siendo un lugar recurrente y la biblioteca del colegio se cambia por otras, como la del profesor ¿Qué simbolizaban las fichas al principio de la historia y por qué su relevancia disminuye?
Porque el protagonista es un adolescente y, como todo adolescente, es inconsistente, también en sus pasiones. Al principio estar en la biblioteca, rodeado de libros, rellenar esas fichas le parece la respuesta a lo que él está buscando. Siente que allí, en la biblioteca, encaja. Poco a poco, sin embargo, se decepciona también con la lectura, y desde luego con el colegio y con el profesor y empieza a buscar en otros sitios: en su tío, en el pastor, en la bebida,… Los libros siempre siguen ahí, pero se da cuenta de que tampoco en ellos va a encontrar todo lo que busca. O no, al menos, tan fácilmente como él creía.
-La poesía es el primer género literario que el nuevo profesor de Lengua y Literatura le introduce al protagonista. Si Cuando el río vuelva fuera un libro de poemas o un poema extenso, ¿qué tipo de poesía sería y por qué?
¡Qué maravillosa pregunta! Pues yo siempre he fantaseado con un poema narrativo, algo como el Omeros de DerekWalcott. Me gustaría pensar que podría ser algo así. Un poema narrativo y un poco épico sobre la vida rural de finales del siglo XX.
-La niebla en el pueblo es un elemento importante que aparece en momentos cruciales de la trama, al igual que la muralla. ¿Crees que la muralla, cuando se menciona en conversaciones o acontecimientos importantes, funciona como ese deseo de abandonar este pueblo, pero se choca con ella.
Sí, sin duda. El entorno fue creado pensando en esa doble muralla, la literal primero y la que crean las montañas después. El paisaje es claramente opresivo, el horizonte siempre está cerca, solo hay una salida a través del valle, la niebla impide ver de lejos,… quería crear esa sensación de asfixia que todo adolescente siente cuando quiere irse lejos, sueña con irse lejos, pero las circunstancias le obligan a permanecer en el lugar en el que está.
-Algo que llama la atención es que los padres del protagonista tienen ideas antiguas en contraposición con él y su hermana ¿tenías claro que la familia iba a ser tan dispar?
Sí. Creo que en ciertos momentos de cambios rápidos es bastante habitual esa lucha generacional, que ya está por ejemplo en Padres e hijos de Turguénev. Los padres defienden –defendemos− lo que hemos logrado, tendemos a destacar lo que nos ha costado alcanzar lo que hemos logrado, sea mucho o poco, somos más “realistas”… y los hijos señalan –señalamos− que en esa postura hay mucho de conformismo y de conservador y que siempre hay que aspirar a más, a una vida mejor, y son más idealistas. Con los años, personalmente, he ido pensando que esas posiciones son casi biológicas, fruto de cierto cansancio: el hijo todavía tiene fuerzas para soñar y luchar, y los padres a menudo están ya demasiado cansados y se conforman con no perder las posiciones ganadas.
-Si el protagonista viviese en la actualidad y sacase tan buenas notas como en el colegio ¿Crees que su madre le seguiría diciendo que es su obligación? o ¿se daría cuenta de lo inteligente que es?
Esa idea de que estudiar y sacar buenas notas es la obligación a esa edad no es nada inventado. Era, no sé si sigue siendo, bastante habitual. Ahora creo que hemos avanzado mucho en la detección de ciertos perfiles en niños y niñas. Sobre todo, en lo que tiene que ver con altas capacidades y alta sensibilidad, que a menudo van unidas. Creo que el protagonista, hoy, sería rápidamente detectado como un niño que necesita retos intelectuales para no aburrirse en clase, y encontraría más fácilmente alguien que le guíe. Porque si te das cuenta él va buscando todo el rato ejemplos, adultos que le sirvan de guía. Pero los que elige acaban, inevitablemente, decepcionándolo. Al final, durante la adolescencia, hay ciertas personas que se encuentran con mentes ya desarrolladas, intelectualmente hablando, pero a la vez siguen siendo emocionalmente muy niños y hormonalmente están en medio de una tormenta de difícil control. Y eso hace que esa etapa pueda ser muy complicada.
-Las novelas que el protagonista toma prestadas de la biblioteca o le presta su profesor se leen en paralelo a su propia vida. Es decir, cuando lee Scaramouche, es como si estuviera leyendo sobre su propio estado físico y mental, o sobre los problemas que está enfrentando. ¿Cómo elegiste las novelas que lee el protagonista?
Tenía la limitación de que tenía que ser creíble que leyera esas novelas, no podían ser novelas muy complejas. Y también tenían que ser novelas que ya publicadas en esa época. Pero sí quería, como dices, que los libros fueran sirviendo de guía para la vida, en dos direcciones. Porque muchas veces él ve en los libros los que ya está viviendo, pero otras veces trata de modificar su vida para que se acerque a eso que ha leído y le ha gustado. Es una relación romántica con la literatura que, a mí personalmente, me gusta mucho y que quizá con los años se va perdiendo. Y que creo que hay que hacer todo lo posible por no perder.
-¿Cómo ha sido poner palabras en el silencio? El protagonista casi siempre suele pensar muchas cosas y callar o no decirlas en voz alta.
En realidad, todos funcionamos un poco así, ¿no? Está lo que hacemos y decimos por un lado, y por otro lado, el mundo de nuestra cabeza. Especialmente, si eres adolescente y te sientes solo vas a sobre pensar, a rumiar las cosas, a darles mil vueltas… Eso es lo que yo quería mostrar. Por un lado, esa doble vida: la de dentro y la de fuera, y por otro ese pensamiento casi obsesivo que se acerca, a menudo, a la depresión.
-El final resulta impactante al transmitir la profunda soledad del protagonista, quien se encuentra rodeado de libros, pero inmerso en la más absoluta soledad. ¿Qué crees que simboliza esta soledad final, y cómo contrasta con la aparente riqueza que representan los libros?
Es que los libros pueden ser alienantes también. El protagonista sufre esa tentación de la cultura que consiste en rodearse de libros y, una vez entre ellos, creerse superior. Pero la vida también transcurre fuera de los libros. Y de hecho, los libros son una buena compañía en la medida en que, como hablábamos antes, nos permiten comprender mejor la vida. O incluso nos ayudan a “animarla”, en un sentido casi etimológico de la palabra animar: darle alma, llenarla de voces, de personajes, de seres que no existen pero nos acompañan y nos enseñan… Pero, como pasa con cualquier adicción, puede darse el caso de que los libros sustituyan la vida, u ocpuen más espacio en la vida de lo que es razonable. Eso puede producir escritores muy letraheridos y muy buenos, pero también puede acabar aislándote y separándote de los demás.
-En la historia se repiten los nombres de Rebeca, Gonzalo u el de su hermana, pero ¿por qué desconocemos o no se dicen casi nunca el nombre del padre, de la madre,etc?
Porque para un adolescente un padre, una madre, no es una persona individualizada. Es un rol, ¿no? Tendemos a creer que un padre, una madre es casi una función, una serie de tareas y de maneras de comportarse que cambian poco de un padre a otro, de una madre a otra. Casi como si fueran intercambiables. De hecho, parte del aprendizaje del protagonista está en ese comenzar a ver a sus padres como individuos, no como roles.
-¿Crees en el destino? Porque si el protagonista no hubiera regresado a casa debido a la lluvia, no habría podido ayudar a su madre. ¿Por qué cuando miramos a la muerte de frente cambiamos el chip y cambiamos nuestra forma de comportarnos con otras personas? (como el protagonista con su madre).
Yo crecí en un pueblo pequeño cuando la gente todavía se moría en las casas, rodeados de los suyos. Eso te da una certeza de la mortalidad muy temprana y una relación con la muerte muy directa. Creo que esa certeza de que también tú, un día, vas a desaparecer es lo primero que nos arranca la inocencia y nos hace comenzar el camino hacia la vida adulta. El segundo paso es, efectivamente, darte cuenta de que también quienes te rodean morirán y que, en un momento dado, todo lo que hayas hecho o no es ya irreparable. Respecto al destino, diría que no, no creo en el destino entendido como una fuerza que nos guíe. Ni siquiera en el azar. Creo que la naturaleza tiene un orden, pero un orden sin propósito ni compasión alguna, que a veces vemos y la mayoría de las veces ignoramos. Y que dentro de ese orden, a veces, podemos llegar a tiempo de hacer algo bueno o tener la oportunidad de remediar algún mal. Eso es lo que vive el protagonista: la certeza de que un mínimo cambio y su madre habría muerto y que no hay en ello suerte ni destino alguno.
-¿Por qué, cuando estamos mal o vemos a otros sufrir, solemos percibir cosas que pasamos por alto cuando estamos bien?
Porque cuando estamos mal nos ponemos en modo alerta. Hay un verso del cantante Luis Brea que me gusta mucho y que dice: el miedo salva en la selva y te mata en la ciudad. Tenemos este mecanismo ancestral de alerta, que genera estrés para que podamos huir de las amenazas físicas, y que era muy útil en la selva, pero que ahora solo nos sirve para desgastarnos ante amenazas que no son tales: el trabajo, las prisas, etc. Y, sí, también para estar hipervigilantes sobre nuestras reacciones y las reacciones ajenas. Y para encontrar relaciones, a veces un poco paranoicas, entre todo lo que ocurre.
- Me ha llamado la atención la facilidad con la que los hombres etiquetan o estigmatizan a las mujeres por su comportamiento. Sin embargo, en la novela, solo la madre del protagonista parece capaz de criticar tanto a hombres como a mujeres. ¿A qué se debe esta particularidad de su personaje?
Una cosa que me obsesionaba era representar la manera en que los chicos de los ochenta habíamos sido socializados. Yo recuerdo escenas que hoy serían impensables. Todavía en los ochenta en mi pueblo, y los de alrededor claro, era muy difícil, por ejemplo, que una mujer fuera sola al bar, sin su pareja. Incluso si iba con otras mujeres. ¡O incluso que se pusiera pantalones! Y los comentarios de los hombres adultos, cuando no había mujeres cerca, sobre esas u otras mujeres eran tremendos. De ahí venimos y así nos hemos socializado, y eso –enfrentado a lo que ahora sabemos y que el lector tiene en la cabeza− es lo que quería mostrar. Porque en realidad esto ha ocurrido, como quien dice, hace dos días. La madre, sin embargo, por ser mujer, aunque ha sido educada en ese mismo universo machista es capaz de ver también que en los hombres no hay nada ejemplar, que tampoco son, precisamente, un ejemplo de ética o de comportamiento.
-La frase 'Tal vez hasta los ríos vuelvan algún día' y el final de la historia plantean varias interrogantes: ¿Volverán a encontrarse Rebecca y él? ¿Qué futuro le espera al protagonista? ¿En qué se convertirá finalmente?
El título de la novela y esa frase recurrente en su interior funciona a un doble nivel. Por un lado, es una imposibilidad porque si algo sabemos desde Manrique es que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir. Y de ahí, nadie vuelve. Por otro lado, refleja una esperanza, incluso si es utópica, que es la posibilidad de remontar la vida aunque sea solo, como intuye el protagonista, a través de la memoria y de la escritura. Recordar, escribir, es quizá la única manera de volver atrás en el tiempo, de remontar el río de la vida. Sobre si se van a volver a encontrar, en realidad el encuentro ya se produjo. Creo que fue en 2015 −¡Hace diez años!− cuando publiqué una muy larga novela sobre un reencuentro con un primer amor y lo que tenía de complicado. Porque no siempre es fácil perdonar y, además, los años no pasan en balde, para nadie. Esa novela se llamaba Concerto Solli y mantuve de ella, al escribir Cuando el río vuelva, el nombre de la protagonista. No con la intención de hacer una precuela exacta ni nada similar, ni de que lo dicho en una novela y en otra encajaran a la perfección, pero sí con la idea de que ambas novelas dialogaran, mostrando ese primer amor adolescente una y lo que ocurre cuando ese amor regresa, la otra (que, por cosas de la vida, fue la primera en publicarse).
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