Año 1901, A Coruña. Dos mujeres se casan en la iglesia de San Xurxo, una de ellas vestida de hombre. Una historia de persecuciones policiales, huidas en diligencia, cambios de identidad e informaciones manipuladas. Las cómicas de A Panadaría presentan una reconstrucción irreverente de un suceso real. Una comedia musical donde lo verídico parece invento. Elisa y Marcela es una historia de amor a contratiempo.
Ficha artística:
Creación e Interpretación: Areta Bolado, Noelia Castro y Ailén Kendelman
Dirección: Gena Baamonde
Texto: A Panadaría y Gena Baamonde
Música Original: Ailén Kendelman
Iluminación: Laura Iturralde y Montse Piñeiro
Vestuario: Fanibell
Diseño Soporte: Beatriz de Vega
Construcción Soporte y Tela: Cdg
Imagen Gráfica: Noelia Castro
Fotografía: Pilar Abades
Vídeo: Alex Penabade
Asesoría en Canto: Marión Sarmiento
Producción: Ailén Kendelman
Ayudantía Producción: Liza G. Suárez
Antes que nada agradeceros esta entrevista y felicitaros por la obra de Elisa y Marcela es sublime y me ha encantado.
Una de las cosas que más me ha llamado la atención del montaje es como jugáis con las luces y las sombras.
Si tuvieseis que quedaros con una imagen hecha con luces y otra con sombras (que se encuentre en la obra o no) ¿Cuál elegiríais o crearías? ¿por qué?
Sin duda sería la imagen final del beso infinito que se dan Elisa y Marcela, interpretadas en ese momento por Ailén Kendelman y Noelia Castro. Este espectáculo es sobre ellas y la valentía que tuvieron para superar los obstáculos juntas. Si ahora mismo tuviésemos que crear una nueva, elegiríamos alguna de las revisiones médicas que sufrió Elisa hasta en cinco ocasiones para determinar si era hombre o mujer. En 2021 seguimos necesitando hablar de que lo que tienes entre las piernas no determina tu género.
Otra de las cosas que me ha fascinado son las canciones que “a capella” habéis creado para dar vida a ciertos momentos en la historia
¿Teníais claro desde un principio que en la obra habría música y que vosotras seríais las voces y los instrumentos? ¿Cómo fue dar vida a estas canciones? ¿Alguna que quisierais añadir a la obra, pero se quedó fuera?
La música vocal es parte de la línea de trabajo de nuestra compañía desde PAN!PAN!, nuestro primer montaje. En este tercer espectáculo de A Panadaría mantenemos esta seña de identidad, la música original compuesta por Ailén Kendelman y cantamos un fado, un corrido mexicano o incluso un ritmo propio de la época, el ragtime. Durante el proceso de creación siempre tenemos que hacer renuncias, en este caso se quedó fuera una canción de apertura que hablaba sobre el contexto histórico y que empezaba así “1901, era un año normal que empezaba en martes”.
Es una obra repleta de guiños a los lugares por los que Elisa y/o Marcela pasaron como es el caso de Burgos, Madrid, Oporto u Argentina.
¿Sabíais que destacar de dichas visitas o estancias de cada ciudad?
Marcela vivió diez años en un hospicio de Burgos porque su padre y su madre, al no estar casados, no la quisieron reconocer hasta esa edad. Después, esa misma familia la envía a Madrid para intentar distanciarla de Elisa aunque, claro está, no lo consiguieron. Después de ser descubiertas, Elisa y Marcela huyeron a Oporto donde fueron encarceladas y recibieron mucho apoyo popular. Argentina fue, por fin, su lugar.
Elisa y Marcela, ya ves, parece casi una road movie de inicios del siglo XX pero los lugares que nosotras destacaríamos son los que están al comienzo de su historia de amor, situados todos en Galicia. Se conocen y casan en A Coruña y viven juntas en Dumbría, una localidad de la Costa da Morte. Tenemos el imaginario de que las grandes ciudades son espacios más tolerantes y los rurales más cerrados y creemos que esto es bastante erróneo. Creemos que en algunas ocasiones la disidencia afectivo-sexual se ha vivido con mucha más naturalidad en localidades pequeñas y rurales.
Antes de empezar el proyecto seguro que investigasteis mucho acerca de la vida de estas dos mujeres.
-¿Hay algo que después de haber terminado de hacer la obra descubristeis?
Sí, dedicamos meses a investigar y documentarnos sobre su historia y sobre la época. Sabemos que travestismos como el de Elisa fueron muy muy habituales en su época y que las mujeres los utilizaban para acceder a espacios reservados solo para hombres como ciertos puestos de trabajo o estudiar en la universidad. Después del estreno descubrimos que hay nuevas informaciones sobre su vida en Bandereló y Buenos Aires que está recogiendo en sus investigaciones Narciso de Gabriel. Por ejemplo, sabemos que Elisa vivía en Buenos Aires en los años 40 aunque estaba ya muy enferma.
Si pudieses viajar al pasado y preguntar algo a Elisa y a Marcela ¿ Qué las preguntaríais?
¡Tendríamos que hacerles muchísimas preguntas! Aunque, la verdad, nos gustaría montarnos una fiesta con ellas, sabemos que Elisa era una buena guitarrista.
Los objetos en vuestra obra de teatro son importantes y hacéis que cobren vida sin que el espectador o espectadora se de cuenta
-¿Por qué elegisteis a un purito, un documento de identidad y la bombilla (del mate) como narradores? ¿Teníais claro que fuesen estos objetos?
Tenemos muy pocos datos objetivos sobre esta historia y muchos artículos de prensa con un tinte muy sensacionalista así que Gena Baamonde y nosotras decidimos crear este espectáculo con la idea de un falso documental. Para ello necesitábamos testigos, pruebas, alguien que hablase contando su versión de los hechos y nos pareció que había objetos importantísimos en la historia con los que podíamos jugar. En los ensayos probamos muchas locuras (un altar de una capilla, el bigote de Elisa, unos guantes de médico...) pero los que escogimos ayudaban mucho a resumir momentos importantes de su periplo. El puro que Elisa utilizaba para reforzar su masculinidad nos cuenta cómo las descubren, el documento viciado por Elisa para identificarse legalmente como Pepe nos cuenta cómo la policía portuguesa las apresa y encarcela y la bombilla de mate nos lleva de viaje con ellas en su huída a Argentina.
Otra de las cosas que me ha fascinado de vuestro trabajo es el intercambio de roles constantemente.
- ¿Os resulta fácil o difícil el ir cambiando de un personaje a otro? Al finalizar la obra ¿os lleváis algo de vuestro personaje sin querer o inconscientemente? ¿Cómo ha sido el trabajo individual de cada una para dar vida a Elisa, Marcela y el resto de personajes? (algo se os ha resistido)
En A Panadaría siempre saltamos de un personaje a otro como si de ponerse y quitarse un disfraz se tratara, nos interesa porque siempre evidenciamos mucho lo teatral y dejamos a la vista cualquier artificio. Nosotras somos un soporte o un puente para contar esta historia, solemos enfocarlo así y por eso la construcción de los personajes es más formal y menos psicológica. El trabajo individual ha sido bastante técnico y cada una se ha centrado en adquirir ciertas habilidades físicas y musicales que podían enriquecer el montaje. Aprender a hacer palmas por bulería, hablar en portugués o cantar a tres voces fueron retos a los que dedicamos bastantes horas de trabajo.
Como arma contra las habladurías, dichos y diretes e incluso para las personas que no entendían nada es un humor irónico, un humor sencillo, pero en algunos momentos te golpea.
¿Cómo llegar al tipo de humor que tenemos y vemos en la obra? ¿Teníais claro que mientras el espectador se reía, lo hace de una situación que te dan ganas de salir corriendo o llorar?
Intentamos siempre hacer un humor feminista, dejar de alimentar ese saco de chistes racistas, machistas y lgbtfóbicos que escuchamos tantas veces y buscar maneras de, a través de la risa, buscar la crítica y la reflexión. Para nosotras es clave emplear el humor para la autocrítica y el cuestionamiento a los sectores que ejercen poder sobre personas vulnerables. Hay un momento en el espectáculo en el que unos hombres rodean la casa de las dos maestras y las insultan al grito de “puercas, enfermas, bolleras, sucias” e incluso reproducimos frases de la manada. A menudo, en alguna función, escuchamos la risa de alguien. Siempre que nos reímos de algo, sea o no un chiste, nos estamos posicionando.
La obra está narrada como si de un viaje en el tiempo se tratase y vosotras sois las narradoras, las trovadoras de la historia.
-¿Cuál es vuestra escena favorita de la obra? ¿por qué?
Llevamos ya cuatro años y unas 230 funciones de Elisa y Marcela y nuestros gustos van cambiando y vamos descubriendo cosas. Nos gustan y emocionan muchas escenas del espectáculo pero una de las que más nos divierte y que nos parece que es muy necesaria es la del kamasutra de Elisa y Marcela. El deseo y la sexualidad de las mujeres, especialmente las bisexuales y lesbianas, es sistemáticamente invisibilizada.
Destacaría el gran trabajo gestual que hacéis e incluso hasta nos regaláis unas coreografías asombrosas.
- ¿Cómo ha sido la unión de todas estas artes escénicas juntas en la obra? ¿Qué reto os ha supuesto?
El teatro, la música y el movimiento son vasos comunicantes y ese mestizaje nos resulta natural en las artes escénicas y lo disfrutamos mucho. Como nuestros procesos descansan sobre la creación colectiva somos nosotras las que cada vez nos ponemos metas más complejas en cuanto a la agilidad y habilidad en los saltos de código, de idiomas (la versión original se representa en tres idiomas) o de habilidades físicas y vocales.
Si Elisa y Marcela fuese: un adjetivo o una sensación, un cuadro o fotografía y un sonido ¿Cuál sería? ¿por qué?
Para nosotras, Elisa y Marcela es celebración, una exposición de Cabello/Carceller y la canción “del amor al odio” de Chocolate Remix
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