En este gran final para la trilogía Magia Sombría, nuestros héroes, el joven cazador Thorn y la reina Lily Sombra, visitan el Sultanato de Fuego, territorio controlado por su gran amigo el príncipe K’leef. Pero no todo es dulce jalea de ojos de murciélago, y Lily se verá involucrada en un terrible magnicidio que pondrá a temblar el equilibrio de fuerzas entre todos los reinos de esta mágica tierra. ¿Podrá ella, con la ayuda de sus amigos, restaurar la paz entre seres de luz y criaturas de oscuridad, o la muerte definitiva se impondrá sobre todo?
*Traducción de Sonia Verjovsky Paul.
[Puede contener spoilers de Magia
Sombría y Magia
de Ensueño.]
En Magia Ígnea abandonamos las tierras
oscuras de los Sombra para viajar hasta el Sultanato de Fuego, donde
acompañaremos a K’leef durante la ceremonia de coronación de su hermano. Pero algo
sale terriblemente mal y nuestros protagonistas se ven envueltos en una
peligrosa aventura que los conducirá a través del desierto de Las Esquirlas, hacia
la mítica ciudad de Necrópolis, en busca del símbolo que mantenga a los Nueve
Reinos a salvo.
En este último tomo, nos reencontramos con Lily, ahora
convertida en la temible Reina Bruja, más madura, más poderosa, pero con el mismo
fondo ingenuo y bondadoso de siempre, que le costará algún que otro disgusto,
pero que también la sacará de ciertos aprietos.
A su lado se mantiene el fiel Thorn, a lomos de su querido
Hades, ese viejo y apestoso murciélago gigante. Thorn ha sido mi personaje
favorito en este último libro. Más resuelto, irónico y desenfadado como
siempre, valiente hasta la estupidez, directo, sin pelos en la lengua, con un
refrán de su abuelo siempre listo y convertido en un joven que cualquiera
querría tener como amigo cercano.
Además de conocer a unos cuantos personajes nuevos, también
volvemos a ver a antiguos amigos que nos sacarán una sonrisa, como K’leef, y a
otros conocidos que nos harán resoplar y poner los ojos en blanco, como cuando
te encuentras por la calle con ese viejo conocido que te cae mal pero al que no te
queda más remedio que saludar.
Aunque he echado de menos el ambiente tétrico de Gehenna, me
fascina el hecho de que, a pesar de tratarse de un cierre de trilogía, todavía
hayamos tenido ocasión de seguir conociendo nuevos detalles del mundo creado por
Joshua Khan. Una vez más, demuestra lo bien pensados y lo
completos que son los escenarios en los que se desarrolla la trama, pues al
visitar territorios que no conocíamos físicamente antes, nos empapamos de su
cultura, de su geografía, de sus costumbres, de su política, de sus creencias y
de las criaturas autóctonas del lugar. Además, los choques culturales que
sufren algunos personajes al llegar como turistas aportan aún más realismo a la
diversidad del fantástico mundo.
Reconozco que el final me ha dejado un poco triste y
esperanzada al mismo tiempo. Triste por el tono de despedida; me lo he pasado TAN bien leyendo esta trilogía, que no quería que se terminase. Pero no es un
final cerradísimo, así que mi parte de lectora entusiasmada confía en que el
autor eche tanto de menos a los personajes que, en algún momento, regrese a
este mundo lleno de magia para llevarnos con ellos a vivir nuevas aventuras.
La edición de Gran
Travesía incluye algunas ilustraciones interiores en blanco y negro, hechas
por Ben Hibon, que también es el
autor de la ilustración de la cubierta que, por cierto, es una pasada de
preciosa y se ha convertido en mi favorita de las tres.
Un mundo maravilloso adornado con montones de matices,
personajes originales a los que se coge cariño, criaturas fantásticas, seres espantosos,
secretos, traiciones, amistad, lealtad, leyendas, aventura y mucha, mucha
magia. ¡Trilogía muy recomendada para amantes de la fantasía!
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