Tras una tragedia familiar, los hermanos Ella y Charlie emprenden con su padre un viaje a través del país para conocer un mundo nuevo. A medida que se desarrolla su aventura, Ella empieza a comprender que las cosas pueden no ser lo que parecen.
El 63 Festival de cine de Gijón me dejó esta road movie emocionalmente devastadora. Omaha es como una montaña rusa de emociones en donde el silencio y las preguntas sobre elegir una cosa u otra nos guiarán en un viaje que deseas que no termine, ya que intuyes lo que puede haber al final del camino.
Solemos ver películas en las mujeres y madres asumen decisiones complicadas, tiran del carro en situaciones desesperadas. Sin embargo, un visceral e increíble John Magaro será el padre de esta historia solitaria y afrontar las decisiones más complejas y las consecuencias de las mismas.
John Magaro hace un trabajo espectacular con sus miradas llenas de dolor y silenciosas. Este actor nos regala momentos crudos y lo hace de tal forma que te estremeces y en mi caso, no podía parar de llorar.
Molly Belle Wright (Ella) y Wyatt Solis (Charlie) transitan por edades distintas en las que: Ella percibe de algún modo lo que sucede. Hace preguntas y cuando salen disparadas de su boca hacen trastabillar a su padre, y le hacen dudar. En cambio, Charlie con su inocencia todavía intacta, este viaje para él parece una aventura en las que puede hacer preguntas originales y alocadas.
Ella se acuerda de su madre y la extraña mucho. Esto lo vemos en detalles tales como escuchar la casete con canciones de su madre o como le enseña a Charlie a volar una cometa. El momento de volar la cometa los dos solos, en libertad, mientras este artefacto vuela por los aires, y bajo la mirada atenta de su padre, que piensa en algo, me pareció una imagen profunda y muy significativa.
Ambos hermanos son muy diferentes, pero se les nota la admiración mutua que se profesan en detalles como el que Ella cuida de su hermano o como Charlie la observa.
Cole Webley no desvela la ruta del viaje a la primera; prefiere ir haciendo pequeñas paradas y en esos descansos en el camino hallamos alguna pista, una pequeña migaja. Con cada parada, sentía que algo se acercaba y no quería que se acabase este viaje nunca.
La sinergia que en algunos momentos se crea entre este padre y sus hijos me dejó hipnotizada, aunque es verdad, que el personaje de John parece, con la cabeza en otra parte, pero cuando mira a sus hijos lo hace de tal forma que se te encoge el corazón.
El padre no habla y solo observa. Pensé que en algún momento este diría algo, les diría la verdad sobre este viaje a sus hijos.
Sin desvelar nada de ese final, pero cuando aparece el cartel de que está basado en algo que sucede en el estado de Nebraska, simplemente, me dejó sin palabras.
No sabemos si este padre y sus hijos tienen más familia, pero intuimos que no, o que no se hablan con ellos o… pero, siento que a veces el corazón va, por un lado, y la cabeza por otro.
Creo que los adultos, por ser niños, no dicen nada porque piensan que no van a entender las cosas y las situaciones. Pero, los niños no son estúpidos. Los niños son más observadores e inteligentes de lo que pensamos. De hecho, hay una escena que me rompió en mil pedazos en la que Ella pedía perdón, yo reflexioné y dije: si su padre hubiese hablado con ella, sí, la hubiese partido el corazón con esta decisión, pero no pensaría que era un castigo.
Es una película de decisiones difíciles. De un viaje luminoso que se va tornando oscuro, aunque hay un resquicio de esperanza de que este trayecto sea para ver a algún familiar…
Omaha es, en esencia, la pesada mochila de las decisiones complejas. Cole Webley ha dirigido no solo un recorrido de tres personajes, sino una geografía emocional en donde el dolor más profundo intenta salir, pero tiene voz y solo se abraza en la carretera.

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