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Opinión de Roma dirigida por Olaya Pazos: Un réquiem por los sueños perdidos

Marcos y Ana viven en un piso a las afueras de las afueras de Madrid, un lugar que se quedó en mitad de la nada al ser edificado durante la crisis. Sólo hay casas vacías a su alrededor y solares que los separan de la ciudad, de la «realidad» en la que vive el resto del mundo. Comparten ese piso únicamente porque no les queda más remedio por motivos económicos. Viven juntos pero separados: ya han iniciado los trámites de divorcio. Sin embargo, hasta que no consigan deshacerse de la casa, no podrán reiniciar sus vidas por separado. Es entonces, mientras esperan el réquiem final, cuando recuerdan los días de vino y rosas, los años dorados, su amor pleno, sus días en Roma.



La dirección y escenografía, a cargo de Olaya Pazos, y la dramaturgia, por David Barreiro, hacen de esta obra un gran reflejo crudo, poético y desgarrador de esta sociedad. 
Mariona Tena y Pablo Castañón, con sus interpretaciones de Marcos y Ana, nos invitan a un viaje emocional desde los recuerdos más cercanos hasta el pasado más lejano.
Empiezan desde fuera hasta dentro: comienzan a hablar desde los reproches y desdén para terminar el viaje conmovedor desde la memoria.
En Roma la ciudad eterna hace de eslabón entre los sueños del pasado y la tristeza del presente.
Me ha gustado mucho la forma en la que los personajes empiezan a hablar del presente, para cuando menos te lo esperas viajar de mil maneras posibles a otros lugares en donde fueron felices.
Es una obra tremendamente evocadora en la que Mariona Tena y Pablo Castañon transportan al público a través de sus palabras y sus descripciones. 
Mariona Tena y Pablo Castañón, con sus voces, transportan al público a un viaje sentimental, donde cada palabra evoca un sentimiento, y cada descripción dibuja un recuerdo que navega entre muchas aguas de distinto color y diferentes texturas.

Los diálogos y los monólogos, cargados de emociones, son como un barco velero en medio de la nada y a la deriva, donde el viento que sopla podría ser una simple tormenta o un huracán que lo arrasara todo. 
El espectador en muchas ocasiones dejará de respirar y se sorprenderá, pues las respuestas de Marcos y Ana en algunos momentos son viscerales y en otras, racionales.
Son dos personas que han vivido juntas mucho tiempo y se conocen a la perfección. Quizás que hayan pasado por muchas situaciones les haya hecho más crueles entre ellos, pero muchas veces, en las palabras que ambos se dicen, existen grandes verdades que duelen y dejan muy buenas reflexiones.
La obra empieza y termina en el mismo lugar, de la misma manera, pero donde antes parecía una guerra dialéctica, ahora es más una tregua, que deja muchas incertidumbres sobre Marcos y Ana.
El personaje de Marcos (Pablo Castañón) es tan versátil y con tantas aristas que es un actor metido en la piel de otro actor, y a veces no sabes si está hablando el actor o la persona que lo interpreta. 
En el otro extremo, Ana (Mariona Tena) despliega una paleta de colores sobre el escenario tan vasta que es difícil descifrar en algunos momentos.
Ambos actores se complementan a la perfección, y verles en sus batallas dialécticas es una delicia.

El texto y la dramaturgia se funden y se entrelazan sobre el escenario. Me encanta cuando esto sucede, puesto que alcanzan tal cohesión y conexión que parecen un solo elemento en el escenario, pero pocas veces, lo he visto tan claro como en Roma.
Los detalles, tanto de la casa, de Roma, del ático en el que vivieron u de otros lugares, son tan vivos que mientras hablan los actores, parecen cobrar vida frente a ti. Es ponerse hablar de Roma y parece estar recorriendo sus calles, sus atardeceres…
Me encanta el sarcasmo en el lenguaje teatral, pero en esta producción está llevado a otro nivel superior. Como si este lenguaje tan sarcástico fuese el tercer personaje principal, pues desencadena conversaciones incómodas, saca a colación historias del pasado o sueños truncados.
Roma ha sido un puñetazo en el estómago que me ha hecho estremecerme de principio a fin. Una crítica certera que resuena en mí de mil maneras posibles. Una realidad que golpea, y te hace ir a la deriva, y que te deja exhausto.
Una obra muy compleja, pero que traspasa la barrera del teatro con sus temas. Muy recomendada.



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