En el vertiginoso mundo del siglo XIX, altamente tecnificado y donde solo cuenta el poder del dinero, Max y Nora tendrán que luchar contra todos aquellos que desean apropiarse de la fórmula secreta de Frankenstein sin importar los medios. Separados, y sin saber en quién confiar, habrán de replantearse el concepto de monstruo, y se verán inmersos en una carrera contra reloj para poder estar juntos y tener un futuro.
Antes de que sigas leyendo, quiero avisarte de que mientras escribo esta reseña estoy con el modo «fan entusiasmada» activadísimo. ¡No sabes cuánto he disfrutado de esta lectura!
El síndrome Frankenstein es la secuela de El
efecto Frankenstein, novela con la que Elia Barceló ganó el Premio
Edebé de Literatura Infantil y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil
(Si quieres, puedes leer la reseña en este enlace).
En esta segunda parte (que, según explica la autora en una
nota al empezar, se puede leer independiente o incluso los dos tomos en el
orden inverso), nos reencontramos con Max y Nora poco después de donde los
dejamos al final de El efecto Frankenstein. Nuestro siglo XXI, tal y
como lo conocemos, con sus avances tecnológicos, su rapidez, su bombardeo
constante de información…
Así que lo primero que vemos es a un Max desorientado, aprendiendo
a sobrevivir en un mundo totalmente distinto al que él había conocido durante
toda su vida y echando de menos la tranquilidad y los lujos de los que solía
disfrutar en el siglo XVIII.
Aunque no lo parezca, para Nora tampoco está resultando tan sencillo
readaptarse a nuestro tiempo. Es cierto que se crio y creció en medio de toda
esta modernidad, pero en su reloj interno, acaba de regresar de pasar cuarenta
años en el XVIII y, además, algunas cosas no son tan bonitas como las
recordaba.
Por suerte, cuentan con la ayuda de Anna, la abuela de Nora.
Sin embargo, ni siquiera ella parece encontrar solución al mayor de los
problemas de la (ahora) joven pareja: Max no existe en este siglo. No tiene pasaporte,
ni partida de nacimiento, ni ningún otro documento legal que justifique su
existencia. Y ese es un inconveniente verdaderamente grave.
Aunque… no tanto como lo que se les viene encima.
Porque, de algún modo, ciertas personas se han enterado de quiénes
son y de dónde vienen. Y todas ellas están extremadamente interesadas en
conseguir la fórmula del elixir de Frankenstein para utilizarlo con uno u otro
objetivo.
En un mundo en el que el dinero parece ser lo más
importante, Max y Nora, sin poder confiar en nadie, se verán envueltos en una
trama de secuestros, chantajes y negocios cuestionables, mientras se ven
obligados a tomar decisiones complicadas y a replantearse ideas que tenían
arraigadas en su interior, todo para intentar ser capaces de construir un
futuro juntos.
¡Qué locura de trama! ¡Es que no paran de ocurrir cosas en
las trescientas páginas que dura el libro! El ritmo es frenético, totalmente
adictivo. Además, como los protagonistas están separados la mayor parte del
tiempo, el narrador va siguiendo a uno y a otro, haciendo que la lectura sea
todavía más fluida y la intriga por saber qué más va a pasar enganche cosa
mala.
Porque además de estar ocurriendo cosas todo el rato, está
lleno de giros inesperados, de personajes que esconden cosas, de dobles
identidades, de dobles intenciones, de encrucijadas, de cambios de escenario,
viajes… Y todo enredándose cada vez más. Convirtiéndose poco a poco en algo
mucho más complejo de lo que parecía unas páginas antes, como una bola de nieve.
Y cuando fui viendo cómo todo encajaba… ¡es que qué maravilla de construcción
de trama!
Asimismo, creo que el estilo narrativo rápido elegido por Elia
Barceló para El síndrome Frankenstein también es un enorme
acierto, no solo porque consigue que no puedas soltar el libro, sino porque crea
un contraste con la anterior novela, mucho más calmada, yendo cada una de ellas
en armonía con el tiempo en el que están ambientadas.
Y por si fuera poco, intercala una línea temporal distinta,
gracias a la que podemos conocer la historia de uno de los personajes
fundamentales de esta novela y también qué fue de algunos de mis queridos secundarios
después de despedirme de ellos al final de El efecto Frankenstein.
Por supuesto también conocemos un poco más del pasado de
Nora, de cómo fue su infancia y cómo eso afecto a quién es ahora. De hecho, ese
es uno de los temas que se exploran en la novela a través de varios personajes:
cómo la educación que recibimos, los sucesos que vivimos y el ambiente en el que crecemos
afecta directamente a quienes somos de adultos, para bien y para mal. Y cómo a
veces es necesario trabajar de mayores para deshaceros de ciertas cosas que
arrastramos y que no nos hacen bien.
*Por poner un pequeño «pero» (el único que se me ocurre que
tengo que poner), en este sentido hubo dos intervenciones de uno de los
personajes que no me gustaron nada, quizá fue por el tono en el que sonaron en
mi cabeza al leerlas, pero aunque entendí que era su opinión y que estaba
directamente influenciada por cómo había vivido sus primeros años, me sonó como
demasiado agresivo e incluso me sorprendió porque no me encajaba con el resto
del personaje. Pero bueno, es solo un apunte.
Otros temas muy interesantes sobre los que esta novela
invita a reflexionar son los avances tecnológicos, el uso de las IA, el ritmo
de vida que llevamos en la actualidad, si el fin justifica los medios a la hora
de conseguir lo que deseamos y, de nuevo, ¿qué significado tiene realmente el
concepto «monstruo»?
No sé qué más decir.
El síndrome Frankenstein de Elia Barceló
ha sido para mi una lectura extraordinaria y fascinante. Con una trama tan complicada como magistralmente
construida, un ritmo desenfrenado, un montón de escenarios envolventes,
personajes complejos, intriga, acción, giros inesperados y un puñado de temas
interesantes sobre los que pensar. ¡Maravilla! ¡Deberías leerla!
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