Leo, un joven director, trata de encontrar su lugar en el mundo del teatro sin mucho éxito. Pero todo cambia cuando recibe una subvención y la posibilidad de estrenar en un gran teatro.Roberto, un joven e ilusionado actor principiante, Sara, una actriz que nunca triunfó, y Fran, una figura ya consolidada, serán los elegidos para levantar el proyecto. Pero el proceso no será fácil, etapas y vivencias muy distintas y viejas heridas desatarán el caos en el camino.
El proceso rompe de una manera atípica la cuarta pared. No interactuamos con el elenco, pero esto no limita nuestra conexión con la obra. Ya que, nos permite sumergirnos en ella de una manera más íntima y personal, puesto que, al no ser meros espectadores pasivos, nos vemos obligados a pensar el significado de la obra y de los personajes.
Leo, Roberto, Sara y Fran representan diferentes caras del mundo del teatro, así como, nos muestran diferentes perspectivas de la vida y experiencias vitales.
El espectador es testigo de excepción y ve como se construye una obra desde el cascarón, desde que solo hay cimientos y todo está en pañales.
La dramaturgia de Paula Guida nos muestra de una manera brillante a unos personajes que nos invitan a reflexionar sobre temas profundos y a cuestionarnos constantemente, pero no solo lo hará el espectador, ya que Leo, Roberto, Sara y Fran luchan contra sus propios fantasmas, miedos y egos, cuestionándose.
El humor es una parte esencial de el proceso, pero es un humor inteligente, dispuesto a hacernos reír y a hacer que debatamos con nosotros mismos y nuestra mente.
Leo, Roberto, Sara y Fran son cuatro personajes que están en una etapa de la vida distinta y cada uno tiene sus propios fantasmas del pasado y del presente.
Alberto Sabina ha jugado muy bien sus cartas dirigiendo el proceso y lo ha hecho desde la sencillez. Aunque la escenografía es simple, el director logra sacarle partido y la utiliza para transmitir los distintos procesos por los que pasan los protagonistas. Además, que el espectador está pendiente de los diálogos y no de otras cosas.
Algo muy curioso de el proceso es como los actores y actrices parecen tener el don de la palabra, pero las emociones son incapaces de canalizarlas. No son capaces de enfrentarse a los miedos de frente y se esconden tras mentiras y palabras hirientes...
Es una obra que juega entre pasado, presente y futuro. El pasado es un personaje silencioso, atormentado, miedoso...del que apenas sabemos nada. El presente es incierto y variable, pero el futuro es oscuro y siempre siembra dudas.
El proceso es un espejo de la vida misma. Ya que los personajes constantemente luchan contra esos miedos que los paralizan, pero también, se esconden entre muros que han construido en torno a sí mismos.
El espectador es testigo de excepción de esas heridas que aún duelen, de esas palabras que escuecen. Ya que los personajes viven su propia realidad y no se dan cuenta de muchas que las situaciones que provocan se pueden evitar.
Esta producción es un soplo de aire fresco al teatro. Lucas Tavarozzi, Paula Guida, Antonio Reyes
y Pedro Moreno nos regalan momentos memorables con sus actuaciones. Una obra que empieza siendo individualista y termina siendo algo grupal y emocionante. El proceso es catártico tanto para el elenco como para el espectador.
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