Aparentemente, @JuditB lo tenía todo: fama, dinero, millones de seguidores… Pero cuando su exnovio, aún más famoso que ella, cae en desgracia, la reputación de Judit se desploma también. En un arrebato, decide usar los privilegios que le quedan para mudarse a París y construirse una nueva imagen desde allí. Pero, además de glamurosas fiestas y deliciosos postres, la ciudad del amor le tiene reservadas otras sorpresas, empezando por el enigmático violonchelista callejero que suele pedir limosna a pocos metros de su balcón, y que toca la música más hermosa que Judit ha escuchado jamás.
Al abrir Los tejados de París, nos encontramos
con Judit, una streamer y Tiktoker muy famosa, que está viviendo probablemente
el peor momento de su vida. Su exnovio ha atropellado a una chica y toda la
opinión pública cree que Judit es cómplice del suceso. Angustiada por la
presión mediática e inspirada por una película que ve una noche mientras está
sola en un hotel de lujo, Judit decide dar un cambio radical a su vida.
Sin conocer a nadie allí y sin saber apenas francés, Judit hace
el equipaje y se traslada a París para tratar de dar un nuevo enfoque a su
carrera como influencer. Allí, además de acudir a fiestas despampanantes,
conocerá a un violonchelista callejero que con su música la hará sentir lo que
nunca antes había sentido y descubrirá qué es lo que quiere hacer realmente con
su vida.
Mi parte favorita del libro ha sido el homenaje que Ana
Alonso hace al arte en todas sus facetas y la diferencia de punto de vista
desde el que lo miran cada uno de los protagonistas.
Por un lado tenemos a Judit. Acomodada en un apartamento
lleno de lujos a orillas del Sena, la vemos frecuentar fiestas en las que reina
la superficialidad, pero también la vemos tomarse su tiempo para explorar otros
lugares de la ciudad que, a primera vista, nada tienen que ver con el mundillo influencer.
Además, cuando escucha por primera vez la música de Lau, no solo se deja
arrastrar por las notas, sino que empieza a encontrar poco a poco el camino que
realmente quiere seguir. Sin dejarse llevar por lo que sabe que su mánager y sus
seguidores esperan de ella, Judit pasa de hacer retransmisiones en directo
jugando a Minecraft a montar vídeos artísticos, con fotografías, música y guiones
suyos, en los que es capaz de volcar quién es ella y qué es lo que está
sintiendo. Y ahí, en el arte, encuentra un refugio en el que se siente segura
incluso cuando todo lo de su alrededor le hace sentir incómoda.
Por otro lado tenemos a Lau, violonchelista y músico de
vocación. Para él, la música está por encima de todo y no le importa mucho el
precio que tenga que pagar si a cambio consigue tiempo para componer una pieza
que realmente valga la pena. De algún modo, la música para Lau también es un
refugio, pero más bien uno donde puede esconderse para sentirse rodeado por una
muralla indestructible.
Gracias a estos dos personajes tan distintos, también se
eliminan los prejuicios que muchas veces rodean al arte y a la cultura en general. Y
es que a veces se asocia directamente títulos educativos con cultura, aunque la
realidad es que ambas cosas no tienen por qué ir siempre de la mano. En la
novela esto se ve muy bien.
Judit no ha pasado de los estudios obligatorios, pero es
inteligente, sensible y está llena de una curiosidad que la lleva a visitar
museos, a acudir a conciertos, a ver películas, a fijarse en los detalles… y sabe apreciar los
pequeños placeres que la música, la pintura, las luces de la ciudad e incluso la gastronomía le ofrecen.
En el polo opuesto, Lau ha recibido la mejor educación
posible y sin embargo está cegado por los prejuicios. No solo no es capaz de
disfrutar de lo que no conoce, sino que además se niega a darle una oportunidad a
todo lo que cree que no está a su altura, despreciando por defecto cualquier cosa que no pueda catalogar como «alta cultura».
La verdad es que la novela se me hizo demasiado corta. Me
hubiera encantado saber mucho más de estos dos protagonistas, profundizar más
en el pasado de Lau y en el presente de Judit… quedarme con ellos más tiempo
para llegar a conocerlos mejor, porque me han parecido personajes muy
interesantes, sobre los que habría estado dispuesta a leer cien páginas más sin
problema. También el personaje de Erik me ha gustado mucho.
Lo que no llegó a convencerme fue la relación entre Judit y
Lau. Obviamente, el final que tiene la novela es el único final que podía tener
siendo una novela romántica, pero en general me han gustado mucho más sus
historias por separado que la trama que los une y no he conseguido creerme esa
parte romántica en ningún momento.
Los tejados de París ha sido para mí una
lectura ligera, con unos personajes con un gran potencial y un trasfondo muy
interesante. Una novela juvenil romántica sobre la búsqueda de uno mismo y la
riqueza del arte como refugio y disparador de sentimientos.
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