Víctor odiaba a los fantasmas.
Los odiaba con todas sus fuerzas.
Los odiaba desde que había tenido uso de razón.
Y a medida que se fue haciendo mayor, su odio hacia los
fantasmas fue creciendo también.
Durante mucho tiempo, los fantasmas solo se limitaron a ser
molestos.
Hasta que un día las cosas empezaron a ponerse feas de
verdad.
Desde que era un bebé, Víctor es capaz de percibir a los fantasmas. No los ve, pero es perfectamente consciente de sus trastadas: puertas que se cierran solas, chupetes que se pierden debajo de la cama, tazones que se te caen en la cabeza al abrir el armario de la cocina y todo tipo de «accidentes» domésticos que ponen cada día en jaque la estabilidad de su familia.
Víctor odia a los fantasmas. Sobre todo, porque, por lo general, es
él quién acaba cargando con las culpas de esos destrozos. Y en especial cuando
la víctima de las bromas espectrales es su gruñona hermana mayor.
Así que un día, ya cansado de defenderse de los fantasmas y de las injustas acusaciones,
Víctor decide adoptar una postura activa. Busca información en internet y
comienza a tomar medidas para expulsar a los espectros de su casa.
Es entonces cuando conoce a Mariano, que odia a los vivos
con todas sus fuerzas. No soporta los ruidos que hacen, ni lo desordenados que
son, ni lo mal que huelen.
Y de inmediato se inicia una guerra entre ambos, donde los
dos creen tener razón y están dispuestos a hacer cualquier cosa para librarse
del otro.
Pero las cosas no son siempre lo que parecen… y estos dos
peculiares protagonistas descubrirán algo que no se esperaban. Algo que los
obligará a trabajar juntos.
El estilo narrativo de Carlos Vila Sexto es muy, muy,
divertido. Me he reído, sobre todo por su modo de contar las cosas y por las
ocurrencias de los personajes. Es una historia muy loca compuesta por un montón
de escenas hilarantes.
Y en medio de toda esa locura fantasmagórica, el lector se
da cuenta de que, a veces, una misma situación puede ser muy distinta en
función del punto de vista desde el que se mire. Y que por eso es tan
importante la empatía, para tratar de comprender la perspectiva del otro y
buscar un punto medio de encuentro cuando sea imposible ponerse de acuerdo.
También es una advertencia de que no todo lo que sale por la
tele (o, en este caso, en YouTube) es verdad. ¡Que hay mucho fantasma suelto!
La edición del libro viene con ilustraciones en blanco y
negro de la mano de Laura Catalán.
Una lectura divertidísima, con un cierto toque de intriga, recomendada a partir de diez
años.
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