Katherine habla con su querido hermano, recientemente fallecido.
Liam también se dirige a la mujer que le ha dejado como si siguiese a su lado.
Marzia, en cambio, no habla con nadie.
Rocío observa. Desde sus videocámaras.
* Traducción de Marta Tutone.
Salvo imprevistos es una novela gráfica en la que nos
encontramos con cuatro historias independientes entre sí, con cuatro
protagonistas muy diferentes, pero todas ellas conectadas en torno a la
comunicación o a la falta de ella.
Por un lado tenemos a Kitty (o Katherine), una mujer que
puede ver a su hermano Leslie, recientemente fallecido. Habla con él, rememora
algunos de sus momentos juntos y le cuenta cómo va su vida ahora, sin él. Podría
decirse que se comunica mucho mejor con el «recuerdo» de su hermano que con su
marido, al que sí tiene ahí físicamente. Para esta parte, la autora se basó en
la vida de la escritora modernista neozelandesa Katherine Mansfiel y, en concreto, en su obra Diario, publicada en 1927 de manera póstuma.
En segundo lugar tenemos a Marzia, una adolescente asocial,
que no consigue integrarse, que tiene problemas en el instituto, que no habla
con nadie y que es adicta al móvil, mediante el que se expresa a través de
fotografías (entre otras cosas).
Liam ha conseguido el trabajo de sus sueños, pero a cambio ha
perdido a su pareja. A pesar de la ruptura y de los kilómetros que los separan,
él sigue tratando de hablar con ella, a la vez que investiga el modo de comunicarse
con lo que sea que hay más allá de las fronteras de nuestro planeta. Cosa que
me ha parecido muy interesante, por cierto.
Y por último, pero no menos importante, tenemos a Rocío, una
Inteligencia Artificial que cuida de la casa de Mauri cuando este sale de casa.
Una especie de Alexa, para que nos entendamos. Lo malo (o bueno, cada uno que
lo vea como quiera) es que Rocío se aburre de estar sola y comienza a «estudiar»
a los seres humanos a través de las imágenes que recoge ella misma a través de
sus cámaras y de archivos culturales disponibles en Internet.
Las cuatro historias se van alternando a lo largo del libro,
a modo de una especie de minicapítulos. Y aunque, como digo, son tramas
independientes, poco a poco, de algún modo, se van entrelazando hasta formar un
«todo» completo y muy complejo.
Esto también se percibe a través del dibujo, que Lorena Canottiere ha manejado de un
modo muy inteligente. Al principio, cada historia se nos presenta con una
paleta de colores propia y diferenciadora, además del muaré como distintivo de
los fragmentos de Rocío. Sin embargo, casi sin que nos demos cuenta, las
fronteras entre unos y otros se van difuminando, dando unidad a todas las
historias y planteando la ambigüedad en torno al tema de la comunicación. Pues
mientras los personajes humanos, en teoría comunicativos por naturaleza, se ven
lastrados por la pérdida paulatina de esa capacidad, que les genera soledad,
aislamiento, frustración y dolor, la IA se va volviendo un poco más humana a
medida que investiga, empujada por su curiosidad y su deseo de aprender.
Salvo imprevistos es una lectura que no deja indiferente, que
descoloca, que te rompe el coco y que empuja a cuestionarse cómo afecta la
capacidad de comunicación a nuestra vida y los riesgos que conlleva el
aislamiento, pero también a valorar la importancia de la investigación, el
poder de la curiosidad o las nuevas posibilidades que aporta la ciencia y la
cultura.
La edición de Liana
Editorial me ha parecido muy cuidada y me han encantado las tapas del
libro, que por el tacto rugoso y los colores, dan la sensación ilusoria de
estar pintadas directamente a mano y con pincel.
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