Yo era una chica tan común como cualquier otra. Iba a clase, discutía con mis padres, amaba incondicionalmente a mis amigos y, de vez en cuando, me enamoraba de quien no debía, como le pasa a todo el mundo. No había nada novelesco en mí, nada heroico que mereciera un puñado de páginas, y por eso esta historia no tratará de mis padres ni de mis colegas ni de mis enamorados; no tratará sobre la rutina de una estudiante de Bachillerato que se aburre en el instituto... Esta historia tendrá una sola protagonista y esa protagonista será una nariz. Una nariz célebre, desproporcionada. La nariz de un héroe nacido en Bergerac y de nombre Cyrano.
Velia es una adolescente bastante común, un poco ingenua, muy Potterhead y que se siente abrumada por todo lo que se le ha venido encima de repente: asignaturas optativas que elegir, planes de futuro que trazar, nuevos sentimientos con los que lidiar, problemas a los que no sabe cómo enfrentarse… Vamos, todo eso que en resumen significa hacerse mayor.
Y es precisamente en una de esas asignaturas optativas,
Literatura Universal, esa que casi nadie elige porque «no mola» o «no es útil»,
donde su vida parecerá descarrilar por completo, pero también donde aprenderá
eso de que a veces hay que perderse para poder encontrarse. Sin saber muy bien
cómo ha ocurrido, los alumnos de Literatura, conducidos por los métodos de
enseñanza de Lupe, se verán inmersos en la aventura de representar una versión
adaptada por ellos mismos del Cyrano de
Bergerac de Edmond Rostand.
El montaje de la obra será muy duro. Ya se lo dice Lupe: «El
teatro es una sucesión de obstáculos que conduce irremediablemente al desastre
pero que siempre acaba bien». Pero durante el proceso, estos jóvenes no solo
aprenderán a colaborar y a buscar soluciones para las dificultades, sino que se
conocerán mucho mejor a ellos mismos y a los demás, experimentarán lo que significa
la amistad de verdad, harán frente a sus inseguridades más profundas e incluso descubrirán
talentos e intereses que no sabían que tenían.
Durante las primeras páginas, mientras conocía a Lupe, la
nueva profesora, pensé que me había metido en una novela de misterio, con un
enigma central que los personajes tendrían que descifrar. Luego me di cuenta de
que no tenía nada que ver con eso. Y al final recuperé esa idea inicial, solo
que tomada desde una perspectiva totalmente distinta. Sí había un misterio que
los personajes tenían que descifrar: ¿cómo se hace para pasar de ser un niño a
ser un adulto?
La verdad es que, a pesar de los años que nos separan, he empatizado
muy bien con Velia, pues me ha recordado muchísimo a mi yo adolescente y me ha
hecho rememorar esa etapa de inseguridades llevadas al extremo, de no saber
dónde encajar y de ver cómo algunos de tus amigos crecen más rápido mientras tú
te quedas atrás, refugiada en las páginas de los libros como lugar seguro. Y
por si esto fuera poco, todas las referencias sobre Harry Potter que aplica a
la vida real hacen que la protagonista se vuelva todavía más cercana.
En general, todos los personajes son totalmente creíbles, humanos,
reales como la vida misma. Aunque la trama es ficción, sí que está inspirada
por una experiencia real de Pablo Gutiérrez
como docente y se nota que conoce bien lo que está contando. Me ha gustado mucho que el autor presente a los adolescentes sin estigmatizar, libres de estereotipos y prejuicios tradicionalmente asociados a esa edad, ofreciendo una visión positiva, reivindicativa y, sobre todo, empática.
También me ha parecido muy inteligente el paralelismo con el
Síndrome de Bergerac, un trastorno que, por falta de confianza o visión
distorsionada de la imagen, obliga a quien lo padece a esconder sus méritos
detrás de otra persona.
Ganador del Premio Edebé de Literatura Juvenil 2021, El síndrome de Bergerac es una lectura sobre la magia del teatro, el amor por la literatura, el poder de las palabras y la fuerza de la imaginación, pero también sobre crecimiento personal, las dificultades que van surgiendo a medida que te haces adulto, las dudas, las decisiones que abruman y sobre la necesidad de autoafirmación continua que creo que todos experimentamos durante esa etapa tan decisiva y tan complicada que es la adolescencia.
La he disfrutado mucho.
Y como siempre que leo novelas de este tipo... ¡ojalá haber tenido una profesora de literatura como Lupe! O como Pablo.
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