Para salvar de una muerte inminente a todos aquellos a los
que quiere, Yumeko ha entregado al enemigo el último fragmento del Pergamino de
las Mil Oraciones.
Ahora la chica mitad zorro kitsune y su dispar banda de acompañantes deberán evitar que el
Maestro de los Demonios invoque al Gran Dios Dragón para que este cumpla un
deseo que sumirá al Imperio en el caos.
El asesino del Clan de la Sombra, Kage Tatsumi, ha
recuperado el control de su cuerpo y ha aceptado un trato con Hakaimono, el
demonio que habita en su interior, para que ambos ayuden a Yumeko a detener el
cataclismo.
Pero incluso con sus habilidades combinadas, esta insólita
escuadra de héroes sabe que las fuerzas del mal pueden ser imposibles de
superar. Peor aún, ellos ignoran que existe otro interesado en el Deseo,
alguien que ha actuado desde el principio en las sombras, y que aguarda el
momento adecuado para revelarse.
* Traducción de Marcelo
Andrés Manuel Bellon.
[CONTIENE SPOILERS DE LOS TOMOS
ANTERIORES. Si quieres leer las reseñas: La Sombra del Zorro / El Alma de la Espada]
Hace ahora justo dos años estaba conociendo a Yumeko en La sombra del Zorro, el primer tomo de la trilogía que lleva ese mismo título. Y, de repente, me ha tocado despedirme de ella y de sus amigos y dejar ir una historia que, sin duda, ha pasado ya a formar parte de mi top de sagas de fantasía preferidas. ¡Cómo cuesta a veces pasar la última página!
Yumeko se nos
presentó como una chiquilla inocente, mitad kitsune
y que no sabía nada de la vida más allá de las paredes del templo donde había
sido criada.
Quedaría muy bonita decir que esta protagonista ha
evolucionado tantísimo que no queda ya nada de ella, pero no sería cierto. Yumeko
sí ha sido una protagonista que ha evolucionado una barbaridad a lo largo de la
trilogía, ha crecido muchísimo, ha madurado y, sobre todo, ha ganado una
increíble seguridad en sí misma y en sus poderes, que le han permitido liderar
un grupo en una aventura aterradora, pero no por ello ha perdido su esencia.
Hasta el último momento ha logrado conservar esa luz interior que es capaz de
hacer que incluso uno de los demonios más peligrosos la «quiera» y eso es lo
que más me ha conquistado de ella: su fidelidad hacia sí misma y sus creencias.
También me ha gustado muchísimo conocer el lado más humano
de Tatsumi. Es extremadamente
paradójico, pero, justo ahora, mientras comparte su cuerpo con un demonio, es
cuando por fin he podido ver a un chico vulnerable, con sentimientos muy
fuertes que ni siquiera se molesta en ocultar y que incluso es capaz de sonreír
en las pocas oportunidades que la situación se lo ha permitido. Me parece una
maniobra magistral por parte de Julie
Kagawa, que demuestra una vez más la complejidad de la construcción de cada
uno de los personajes, de todos, no solo de los dos protagonistas principales.
Y es que el elenco de personajes
ha sido, para mí, uno de los puntos más fuerte de esta trilogía.
El otro punto fuerte ha sido la ambientación que, de hecho, fue lo que me atrajo desde un principio
para empezar a leerla. En este último
tomo seguimos descubriendo zonas del Imperio de Iwagoto y conociendo elementos
de la mitología y el folclore japonés
(el capítulo de la Kijo me ha flipado).
La aparición de todos esos seres y la estética, siempre rodeada de un aura
mágica, a veces buena y a veces espeluznante, crea imágenes de lo más
evocadoras, que han conseguido transportarme a los escenarios mientras iba
leyendo.
Casi no he hablado de la trama, pero poco puedo decir aparte de que nos encontramos en plena
guerra, en el punto final, arañando segundos para llegar a la invocación del
Gran Dragón a tiempo de impedir que se formule un deseo que destruirá el
Imperio.
En la reseña de El
alma de la Espada decía que había aparecido un tercer narrador que me había
dejado muy intrigada. Pues bien, wow. Este final cierra todos los
interrogantes, todo cuadra, cada pieza encaja y terminamos de conocer a todos
los personajes y entendiendo el papel que juegan en toda esta historia.
Además, me ha sorprendido la facilidad con la que me situé y
me reenganché a la trama en cuanto leí las primeras páginas, a pesar del tiempo
que había pasado desde el segundo tomo.
La noche del dragón ha sido un cierre espectacular para una trilogía
muy original, emocionante, con una estética fascinante basada en el folclore
japonés y unos personajes a los que he querido muchísimo. Creo que ha sido un
gran acierto el modo en el que Julie
Kagawa ha ido imprimiendo más intensidad a cada uno de los tomos, hasta
explotar totalmente en este trepidante final, que igual me ha dejado sin
aliento que me ha roto el corazón.
En este último tomo, he sentido la ansiedad de los
protagonistas cada vez que encontraban un obstáculo, me he dejado fascinar por
los elementos mitológicos y he llorado con algunas escenas (¡maldito capítulo 24!).
Un punto y final perfecto.
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