Cuando Jana, de diecisiete años, llega a su soñada Tokio, desea quedarse para siempre. Pronto se convence de las consecuencias imprevisibles de su deseo: se verá encerrada siete años en el círculo mágico del bullicioso barrio de Shibuya. Mientras la versión joven de Jana deambula por la ciudad, vive situaciones extraordinarias y busca su camino de vuelta a casa, la Jana de veinticuatro años estudia Japonología en Praga. Aspira a conseguir una beca en Tokio y, junto con un compañero de estudios, se rompe la cabeza con la traducción de un cuento japonés. Escrita con una lengua amena, fresca y coloquial, la primera novela de la joven japonóloga Anna Cima trata de la búsqueda de un camino hacia una cultura distinta, de la ambigüedad del mundo real y de la trampa de un sueño cumplido.
*Traducción de Kepa Uharte.
Jana es una joven de Praga,
apasionada de la cultura y la literatura japonesa. Desde pequeña comenzó a
aprender el idioma y en la actualidad estudia Japonología en la universidad.
Solo ha visitado Japón una vez, con diecisiete años, y parece que, de algún
modo, su deseo de quedarse allí para siempre se cumplió.
La novela está escrita en dos
tiempos. O, en tres, mejor dicho.
En primero lugar nos encontramos
con la Jana del presente, que tiene veinticuatro años y estudia en Praga, su
ciudad natal. Es una chica activa, inteligente, dedicada a sus obligaciones y que
comparte sus ratos libres con dos amigas bastante peculiares. Además de
estudiar, trabaja en la biblioteca de la facultad y ha comenzado a investigar a
un autor japonés bastante desconocido, con el que se topó por casualidad
gracias a un cuento publicado en una revista checa hace años. A partir de ese
hallazgo, la protagonista comienza a buscar información sobre Kawashita,
mientras pone todo su empeño en conseguir traducir otro de sus escritos. Sin
embargo, la labor no será fácil y necesitará la ayuda de un compañero de la
universidad… y de ella misma.
En segundo lugar tenemos a la
Jana de diecisiete años, atrapada en las calles de Tokio, en el barrio de
Shibuya. Como no puede hacer nada, porque ni siquiera puede alejarse demasiado
de la famosa estatua de Hachikō, se dedica a aprender el idioma, a leer, a
escuchar conversaciones y a observar la vida de los japoneses que pasan cada día
por allí. A través de ella (y gracias a los conocimientos y las propias
experiencias de Anna Cima, que vive
en Japón), el lector puede apreciar el modo de vida y la cultura japonesa desde
una visión europea.
El tercer componente de la novela
son los fragmentos que Jana va traduciendo del cuento escrito por Kawashita, a
través de los cuales podemos echar un vistazo a la vida del misterioso autor
que ha cautivado a la protagonista.
Debo reconocer que, cuando apareció por primera vez esta
parte del texto, tuve un pequeño tropiezo y me tocó leer la misma página tres
veces hasta que entendí de lo que se trataba, pues la única diferencia de
maquetación es una pequeña línea horizontal al inicio, que me pasó
desapercibida. Una vez me di cuenta, la lectura siguió fluyendo sin ningún
problema más.
«El cuento, que presenta a un escritor cuya alma se desdobla, me impresionó. He vivido algo así en mi propia piel. Un desdoblamiento parecido debe de sucederle a cualquiera que se sumerja en algo sin conseguir tener éxito.»
Junto a la protagonista, tenemos a
sus dos mejores amigas, que aparecen brevemente en algunos momentos para sacar
a Jana de la vida de Kawashita y devolverla a la suya propia. Y también nos
encontramos con dos chicos, uno checo y uno japonés, que tendrán muchísima
importancia en el progreso de las investigaciones de Jana.
La novela está escrita con un lenguaje sencillo y directo, con un ritmo muy ágil que hace que la trama avance de un modo muy ameno. Está dividida en diez partes y cada una de ellas en pequeños capítulos. Para mí ha sido uno de esos libros que me apetecía coger en cualquier ratito libre, incluso si apenas disponía de diez minutos para relajarme leyendo dos o tres capítulos. Y es que, además, el ambiente que ha creado la autora, para mi gusto, destila belleza y me transmitió una calma maravillosa, a pesar de que la vida alrededor de los personajes se moviera al ritmo frenético propio de las ciudades. Confieso que me puse triste cuando me di cuenta de que lo estaba terminando.
La portada me fascinó desde le
primera vez que la vi y cuál fue mi sorpresa al encontrarme salpicadas por el
interior algunas ilustraciones más en blanco y negro, todas ellas hechas por la
autora y su hermano Igor Cimovi.
En este año en el que tanto echo
de menos viajar, ha sido una especie de desahogo poder visitar Praga y Tokio de
la mano de Jana. ¡Gracias que tenemos los libros!
Me despertaré en Shibuya
es una lectura que te recomiendo mucho si te gustan las novelas que transmiten
paz, las historias bellas… si te apasiona el mundo que rodea a la literatura y
si amas la cultura japonesa.
Pues pensaba que no me ibas a convencer, pero al final lo has hecho. Apuntadita me la llevo.
ResponderEliminarBesotes!!
Me ha encantado este libro, buena crítica!
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