Para Mariya Vilamarín, llegar a lo más alto del podio es un sueño inalcanzable. Y lo peor es que la persona que la derrota una y otra vez es su propia hermana. Compaginar los estudios con una carrera deportiva, una madre exigente y esa rivalidad fraternal es una misión imposible.
Por eso, cuando se le presenta la oportunidad de entrenar en otro país, Mariya decide dar un salto al vacío y compartir pista con estrellas de su deporte. Quizás alguno de sus nuevos compañeros pueda ayudarla a brillar con luz propia...
Pero para triunfar patinando tienes que sacrificar tu vida por el hielo. Y cuidado: un solo desliz puede cambiarlo todo.
Esta reseña va a ser de las difíciles, de esas que antes de
empezarla ya sé que, escriba lo que escriba, no voy a ser capaz de hacer
justicia a todo lo que la novela me ha hecho sentir. Así que espero que me perdonéis
si en algún momento me pongo un poco dramática o sensible.
Hielo y Plata es una novela de patinaje sobre hielo, eso es evidente nada más ver la portada, pero también es una novela sobre luchar por conseguir un sueño. Pero no sobre perseguir un sueño a bordo de proclamas hiperoptimistas y azucaradas tipo «si quieres, puedes» o «solo tienes que sonreír y la vida te devolverá la sonrisa». Nos habla de luchar por un sueño con los pies apoyados en el mundo real, con trabajo detrás, mucho trabajo, con esfuerzo, con fracasos, con frustraciones, con dudas, con síndrome del impostor, con pequeños triunfos, con grandes logros, con tragarse el orgullo para pedir ayuda, con avances rápidos para luego volver hacia atrás, con asuntos cotidianos que ponen baches en el camino hacia el objetivo principal… pero, sobre todo, con saber que estás dedicando tu vida a lo que más amas, sin importar todo lo que tienes que entregar a cambio de disfrutar de esa sensación de plenitud.
Aunque en este caso se centra en todo lo que no se ve a simple vista
de la vida de un deportista de élite de un deporte minoritario, creo que cualquiera
que esté trabajando por lograr su propio sueño, ya sea deportivo, artístico o en
cualquier otro ámbito, se va a sentir muy reflejado en Mariya.
«Lo malo de centrar todos tus esfuerzos en una sola cosa es que, cuando te falla, no tienes a dónde escapar.»
Mariya, nuestra protagonista, es la
hija pequeña de una mujer que, básicamente, fue madre para vivir su vida a
través de su hija. Pero el plan le salió mal y tuvo dos en vez de una. Mariya nació
la segunda. Y desde entonces fue la segunda en todo en la vida, teniendo que
conformarse con ese papel, que fue el que le tocó cuando llegó al mundo. Así es
como la conocemos cuando abrimos la novela. Pero Mariya ama el patinaje por
encima de cualquier cosa y, gracias a eso, la veremos evolucionar un montón a
lo largo de las páginas hasta abandonar su zona de confort plateado y convertirse en Ari. No voy a decir que cuando
acaba la historia sea otra persona, porque no lo es. Aquí no hay transformaciones
mágicas, ni nada por el estilo. Sigue siendo ella, pero para entonces se conoce
bastante mejor que antes: sabe cuáles son sus miedos y cómo hacerles frente
para que no le causen tanto daño, y sabe cuáles son sus principales fortalezas
y como aprovecharlas.
El resto del elenco de personajes son
tan reales y completos como la protagonista, todos ellos tienen muchas capas que,
poco a poco, se van retirando para dejarnos conocer la historia que guardan
detrás, sus motivaciones, lo que les hace sufrir y lo que les hace felices. Me
gustaría poder hablar de todos, pero esta reseña debe acabar en algún momento y
todavía tengo bastantes cosas que decir. Así que solo añadiré que ojalá poder
sacar a Julia del libro y traérmela a casa.
Y si os lo estabais preguntado, sí, también hay bastante salseo, tanto sentimental como familiar.
«(…) A pesar de dolor, del cansancio, del esfuerzo, de los fallos y los problemas, para mí no hay nada como estar en el hielo.»
Con este debut, Alena Pons, nos ha dejado una novela escrita con un ritmo muy ágil,
en la que además nos aporta información didáctica sobre patinaje, explicada tan
bien que cualquier lector, aunque no tenga ni idea sobre este mundillo, puede
entenderla perfectamente. Yo soy aficionada al patinaje y lo practico de forma
habitual, así que me ha encantado aprovechar la lectura también para aprender
cosas que todavía no sabía. Además, está narrado de un modo tan precioso y visual,
que es muy fácil imaginarse todas las escenas y sentir incluso el frío del
hielo en la piel.
Por último, la maquetación que Nocturna ha hecho para el libro es una
pasada. No sólo trae al principio las ilustraciones de los personajes, a cargo
de Raquel Martínez (el traje de Ari
es una fantasía), sino que, entre capítulo y capítulo, nos encontramos con
elementos «multimedia» que van desde conversaciones de WhatsApp a discusiones
en foros, post en blogs o publicaciones de Instagram. Además, la tipografía del título en la cubierta me parece increíblemente bonita y acertada.
Creo que no quedan dudas de que Hielo y Plata ha sido una lectura muy especial para mí, que la he disfrutado profundamente, que me he enamorado de los personajes y que voy a recomendar hasta la saciedad a partir de ahora a todo el mundo, les gusta el patinaje sobre hielo o no.
Se nota que la has disfrutado al máximo. Una gran reseña. No es un libro en el que me hubiera fijado, pero ahora me has picado mucho la curiosidad.
ResponderEliminarBesotes!!!
Ol
ResponderEliminarLo acabo de terminar y auqnue ya no soy una adolescente me ha gustado mucho. Entretenido,elegante y personajes que enamoran. La portada preciosa. Por como termina supongo que habrá segunda parte. Estará bien seguir los pasos de cada uno de ellos
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