Martin se levanta un sábado muy temprano para salir de casa antes de que sus padres se despierten. Además de a su hermano pequeño, Charlie, se lleva con él una mochila con la libreta donde escribe sus poemas y unas galletas especiales para cuando lleguen a destino: un pueblo de la costa donde meses atrás pasaron unas estupendas vacaciones familiares. Para lograrlo tendrá que subirse a un tren, hacerse pasar por mayor de edad y no llamar mucho la atención durante el trayecto, cosa que no será nada fácil porque Charlie es un niño muy especial que suele poner en apuros a su hermano.
A 677 km de casa es una novela en forma de viaje, en su significado literal y metafórico. Martin tiene trece años y ha decidido que es el día adecuado para llevar a su hermano pequeño, Charlie, de diez años, de vuelta a un lugar que a los dos les resulta muy especial, pues pasaron allí una vacaciones inolvidables. Para que sus padres no les detengan, salen a hurtadillas, con una mochila, una caja de galletas y un plan en la cabeza. Lleva tanto tiempo preparándolo, que está claro que nada puede salir mal. Pero a lo largo del viaje se irán topando con dificultades y personajes que harán que el camino sea mucho más intenso de lo esperado.
El libro está dividido en las
etapas del viaje de Martin y Charlie, desde la salida de casa hasta la llegada
al destino. A lo largo de esta ruta, no solo les acompañaremos en las
peripecias y dificultades que van surgiendo a medida que avanzan kilómetros,
sino que también iremos conociéndolos mejor y enterándonos de recuerdos que
explican por qué el lugar al que se dirigen es tan especial para ellos.
Toda la historia está contada por
Martin en primera persona presente o pasado, en función de si nos está contando
el viaje o parte de sus recuerdos. Mark
Lowery ha sabido manejar muy bien esta voz inocente del narrador, que
consigue dulcificar una trama con un fondo totalmente amargo hasta el punto de
haberme sacado varias sonrisas a lo largo de las páginas.
Otra cosa que me ha gustado mucho
es el detalle del uso de la escritura como vehículo de desahogo. Como nadie
parece estar dispuesto a hablar con él sobre el tema, Martin expresa todo lo
que siente a través de la poesía.
Ambos protagonistas son creíbles.
Son niños. Hablan como niños. Se comportan como niños. Y aunque a veces me ha
puesto un poco nerviosa, he empatizado 100% con Charlie, con sus circunstancias,
con las limitaciones que le ha impuesto su salud y con sus ansias de libertad,
de poder hacer lo que hacen todos los demás.
Mi personaje favorito ha sido un
secundario. Hen, la «chica enfadada», me ha parecido muy interesante y me he
quedado con ganas de saber un poco más sobre ella.
La única pega que le pondría es
que en la contraportada promete un final inesperado y yo me imaginaba lo que
iba a pasar desde la página 35. De todos modos, tampoco creo que el misterio
tenga nada de importancia en este libro, así que casi ha sido más bien algo
anecdótico.
A 677 m de casa es una
novela muy cortita y muy fácil de leer, pero llena de significado. Esconde en
su interior una historia emotiva, tierna y dulce. Una lectura ligera que nos
demuestra que los gestos más pequeños pueden ser los que estén más cargados de
amor.
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