Lavar, marcar y enterrar es una comedia de balas, calaveras y pelucas. L.M.E. nos descubre que la venganza se sirve al calor de un secador de mano y no hay mejor defensa que un buen tinte. L.M.E. nos enseña que es fácil enterrar el pasado pero muy complicado que este permanezca inmóvil y en silencio en los sótanos de una peluquería.
En un local del barrio madrileño de Malasaña, cuatro personajes se ven forzados a compartir ochenta metros cuadrados durante una noche de armas sin seguro y peligrosos recuerdos. Lucas y Roberto, dos frustrados aspirantes a policía nacional, conviven durante horas con Gabriela y Fernando, ella la orgullosa dueña de la peluquería Cortacabeza y él su mejor pero más neurótico empleado.
¿Por qué los fantasmas no tienen pelos en la lengua cuando cuentan sus miserias? ¿Por qué intentamos alisar nuestro futuro cortando solo las puntas? ¿Consiguen horquillas, bigudíes y rulos rizar un argumento? ¿Se puede uno salvar de la verdad por los pelos? ¿Es necesario que el pelo esté húmedo para cortar por lo sano con el pasado? Aunque L.M.E. pretende contestar a todas esas preguntas, también tiene la intención de que los espectadores que cada noche asistan a cada función sean inmensamente felices durante el tiempo que estén violentamente secuestrados en nuestra peluquería.
El otro día me secuestraron. Me
secuestraron en una peluquería durante más de una hora y media. En la
peluquería Corta Cabezas, situada en el interior del Teatro Lara. ¡Y me lo
pasé pipa!
Para que no os asustéis, lo que
pasó de verdad es que tuve la enorme suerte de asistir a una función especial
de la comedia Lavar, marcar y enterrar. Celebraban su cuarto aniversario en
cartel. Y no me extraña en absoluto que lleven tantísimo tiempo porque Juanma Pina ha escrito y puesto en
marcha un texto divertido, entretenido e hilarante, con un gran elenco y música
en directo. ¿Qué más se puede pedir?
Una peluquería real del barrio de
Malasaña subida en el escenario del Teatro Lara. Se levanta el telón y nos
encontramos a cuatro personajes encerrados dentro. Dos de ellos, Vero (Rebeca Plaza) y Lucas (Juan Caballero), secuestradores. Los otros
dos, la dueña de la peluquería (Olga
Hueso) y uno de sus empleados (Mario
Alberto Díez). Los «malos» han entrado para hacer un agujero en la pared
del sótano y robar un importante botín del local de al lado. Lo que no
esperaban es que allí abajo hubiera un montón de secretos espeluznantes, propios
de Sweeney Todd, que van a ir
saliendo a la luz a lo largo de la noche. A partir de ese hallazgo, Gabi, la
dueña, se verá obligada a contar su historia desde el principio, cuando abrió
la peluquería unas cuantas décadas atrás.
El desarrollo de la historia no
es lineal, ya que en algunos momentos vuelve al pasado para que la propia Gabi
de los años ochenta, interpretada por otras tres actrices (Victoria Mora, Carmen Navarro y Miriam Díaz Aroca), explique los
oscuros acontecimientos que tuvieron lugar en su peluquería. Estos saltos no
solo sirven para recuperar el interés del espectador (si es que alguien lo ha
perdido en algún momento, que no lo creo), sino que además hacen más ligero el
ambiente gracias a la interacción de las actrices con el público.
Los personajes son todos
peculiares y extraordinarios hasta decir basta. Los actores y actrices les dan
vida de un modo maravilloso, interpretando escenas totalmente excéntricas como
si fueran lo más normal del mundo. Y, con permiso del resto, debo decir que
muero con Mario Alberto Díez. Solo con verle caminar la primera vez que apareció
ya me atrapó hasta el final.
Y yo, que siempre trato de llegar
un poco más adentro de todas las cosas, me sorprendí de que en medio de toda
esa locura, tuvieran aún un poquito de tiempo para hablar sobre el miedo que a
veces nos da enfrentarnos a los problemas y cómo optamos por hacer oídos sordos
o directamente huir de ellos.
En resumen, me lo pasé genial y
me reí muchísimo, muchísimo. Se me pasó el tiempo volando y creo que es una de
las veces que mejor me lo he pasado en el teatro durante los últimos tiempos.
La recomiendo totalmente.
La peluquería Corta Cabeza está abierta
en el Teatro Lara los viernes y
sábados hasta el 30 de junio. No perdáis la oportunidad de pedir vuestra cita y
salir de allí con el peinado más o menos igual, pero con una sonrisa enorme en
la cara.
—Opinión de Inés Díaz Arriero—
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