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Entrevista a Álvaro Bermejo por su libro "Como el bosque en la noche"



- Antes que nada me gustaría felicitarle por “Como el bosque en la noche”¿Cómo ha sido ejercer el ejercicio de la nostalgia de su tierra en esta novela ? ¿Ha sido difícil unir el tema de la brujería con el de contrabando en unos años donde la aparición de ETA y la posguerra eran temas candentes?

Yo era un niño cuando sucedieron los hechos, 1964, pero la atmósfera que envuelve “Como el bosque en la noche” permaneció bien viva a un tiro de piedra de mi casa. Nací en San Sebastián y Etxalar queda a menos de una hora en coche. Tanto en el pueblo de las hermanas Echegaray como en mi ciudad se vivía esa ambivalencia que me atrevo a calificar de fellininiana. Mi novela es un Amarcord acerca del País Vasco de hace medio siglo. Tal como sucedía en la Italia fascista de Mussolini, en mi tierra se celebraban masivamente las puntuales visitas de El Caudillo en paralelo a un acendrado culto a la identidad. La Iglesia era un poder fáctico, pero la brujería formaba parte del folclore local, igual que el contrabando. La aparición de ETA cabe ser interpretada desde una lectura antropológica profunda. Era la prolongación natural de Akerbeltz, el carnero negro, el Señor de los Aquelarres en el imaginario ancestral de un país donde las dos vertientes de lo mágico –la celestial y la infernal-, se hibridan en los “pares móviles” de Jorge Oteiza.


- Hemos visto como en este pequeño pueblo en donde todos se conocen existe una vida oculta de cara a la galería o dentro de las casas de sus habitantes ¿Le ha resultado fácil o difícil dar vida a unos personajes con doble cara o doble vida?

Todos somos duales, por no decir plurales o multidimensionales. Lo difícil es acertar con los retratos, conseguir que esa cadena de palabras sobre el papel acabe cuajando un elenco de personajes consistentes, creíbles, capaces de emocionarnos. Yo lo tuve fácil: las hermanas Echegaray existieron realmente, y vivieron en gran medida el infierno que se describe en mi novela. De hecho, una de ellas todavía vive. Naturalmente, su nombre real es otro y el lugar donde sucedieron los hechos, aunque se parece mucho a Etxalar, no es Etxalar. En cuanto al resto, basta con saber mirar. Yo suelo decir que una mirada vale más que mil palabras. Es la mirada la que crea a los personajes, la que construye realmente la novela.


- “ Algún día descubrirá que se precisa un buen número de vidas reales o imaginarias para formar un destino” ¿Por qué cree que Juana no quiere formarse un destino? ¿Quién cree que se ha creado más una vida real que imaginaria...Juana o Nines?

Todos nos creamos vidas imaginarias: vivimos más en nuestras ambiciones, en nuestros temores o en nuestros sueños que en la realidad. Tanto Juana como Nines se crean su propia existencia paralela para hacer soportables sus tremendas frustraciones, su infelicidad, su soledad, su angustia. Nines es la más fantasiosa sólo aparentemente. En realidad, la verdaderamente delirante es Juana. La primera se inventa la burbuja de un mundo maravilloso, pero muy convencional, como surgido de las melifluas baladas de Luis Mariano –el Rey de la Opereta-, a la espera de su príncipe azul. La segunda cohabita imaginariamente con el demonio. Su mundo es un infierno latente y pulsante, creado, una vez más, por el presunto poder maléfico de su mirada.


- Estamos ante una novela con toques muy cinematográficos,literarios...en donde aparece Orson Welles al principio para deslumbrar al lector pero….si este gran director pudiese hacer una película de “ Como el bosque en la noche” ¿Cómo sería?

Es un hecho real que Welles se acercó a esta comarca para rodar algunas escenas de “Campanadas a medianoche”, tal como hizo años antes a cuenta de un reportaje mítico para la BBC –“En la tierra de los vascos”-. Pero, a decir verdad, el imaginario de mi novela está más cerca de otras filmografías. Además de Fellini, me vienen a la mente “El bosque animado”, de Juan Luis Cuerda, “Madmoiselle”, de Tony Richardson –si no la has visto, ya vas tarde-, o la inmortal “Un tranvía llamado deseo”, de Elia Kazan.


- Algo que me ha encantado es el humor tan negro y oscuro que utiliza en “ Como el bosque en la noche” sobre todo ese humor Juana lo hace patente en muchas ocasiones ¿Cómo fue crear ese toque de burla con un personaje tan dispar, tan manipulador y malo?

Todo escritor que se precie es Madame Bovary. Aunque en mi caso, como ya te he avanzado, tenía personajes referenciales, los convertí en literarios por aquello de vengarme del aforismo: en “Como el bosque en la noche”, la ficción supera a la realidad. La historia real no fue tan truculenta, ni tan divertida. Justo ahora me viene a la mente la película que iluminó definitivamente mi relato. “¿Qué fue de Baby Jane?”, de Robert Aldrich. Las hermanas Echegaray rinden un homenaje tácito a las maravillosas Bette Davies y Joan Crawford, trasplantadas a la Navarra de los ’60. En cuanto al humor negro, no es más que el anverso del terror blanco. Otro binomio perfectamente permutable. A veces nos da más miedo una sonrisa, según de quién venga, que cualquier hecho espeluznante. De hecho, en mi novela lo más terrorífico no es Akerbeltz y toda su diabólica compaña, sino el honesto vecindario de las buenas gentes de Etxalar. Como la vida misma.



- ¿ Cómo sería poner una película como la de “Macbeth ” ahora en un pueblo como en el que transcurre la novela? ¿Seguiría sin entenderse?

Fuera en un pueblo como Etxalar o en ciudades como San Sebastián, Barcelona o Madrid, me temo lo peor. Apenas acudiría nadie a verla. Vivimos un tiempo amnésico, infantilizado y progresivamente descerebrado, donde el cine ha dejado de ser eso que en tiempos de Welles se conocía como el séptimo arte. Las grandes producciones solo ofrecen entretenimiento para masas prepubertales. Sucede como con la pandemia de los moviladictos: cuanto más se sofistica la tecnología, más se pueriliza la mente de sus usuarios. Vivimos rodeados de neandertales con I-phone. Igual que el cine de éxito cubre con los más desopilantes efectos especiales la carencia real de verdaderos guiones para adultos. Hoy por hoy, contrastar cualquier gran película de los ’50, los ’60 o los ’70, con las que acaparan las carteleras actuales, es como verse de regreso al Planeta de los Simios.

- Si tuvieras que escribir para el diario “El caso” ¿Con que pseudonimo le gustaría firmar? ¿Cuál sería el titular que pondría para su libro en dicho diario?

Naturalmente, estaría obligado a reivindicar el pseudónimo de Rosario Landi, por no escribir directamente Rosario Clamores, y seguro que me entiendes. En cuanto al titular, creo que ya plasmo unos cuantos en la novela de los que no cambiaría ni una coma. La presencia de “El Caso” en la novela remite a su hipervigencia actual, en este tiempo de la presunta megainformación 4.0. Volvemos a la respuesta anterior. También en los medios de comunicación masivos se ha impuesto esa lógica de vender truculencia y ensañamiento como noticias de portada, igual que en los años de “El Caso”. Con una salvedad. En su tiempo “El Caso” era denostado como “el diario de las porteras”. Hoy nos venden la misma bazofia bajo cabeceras auto-imbuidas de respetabilidad.



- En este libro escuchamos una música imaginaria que a lo largo de la trama nos persigue la de cierto cuchillo con una melodía peculiar pero si este libro fuese un sonido ¿Cuál sería para usted?

Inevitablemente, toda la discografía de Luis Mariano. Otro maldito. La gente joven de hoy desconoce que fue nuestro gran cantante melódico de los ’60, una estrella planetaria –particularmente venerada en Francia, quizá más que en España-. No obstante, fuera del País Vasco, su tierra natal, apenas se conocían entonces, o se ocultaban, los discretos infiernos que le aparejó su condición homosexual. Por más que fuera un ídolo de masas, cuando pretendió desfilar como un soldado más en el Alarde de San Marcial –la fiesta mayor de Irún, su ciudad natal ( a escasos kilómetros de Etxalar)-, las rectas conciencias del vecindario le dieron una paliza que, naturalmente, no interesó a ningún medio de comunicación, ni local ni nacional. Quinde días después comenzaba un nuevo rodaje con Carmen Sevilla, la pareja de ensueño del momento. La procesión iba por dentro. Fuera, sólo se escuchaba la melodía de la Ley del Silencio.


- La casona donde viven Nines y Juana me ha parecido uno de los personajes más inquietantes y apasionantes de la novela ( y que es un homenaje a “Belle Ombre” ) ¿Tenía claro este lugar desde el primer momento? ¿Cómo se ha comportado como personaje con cierta vida?

Maravillosa pregunta, realmente maravillosa. Y lo escribo una vez más: maravillosa. La casa como un personaje más. Sí, por supuesto que sí. Conocí personalmente a Patricia Highsmith, durante un encuentro sobre cine y literatura durante el Festival de San Sebastián. Aquello fue un arrebato de amor a primera vista –desgraciadamente solo por mi parte-, entre una anciana decididamente diabólica –tanto como genial-, y un joven periodista de treinta años. Durante la entrevista me habló de su casa. Ya el nombre cifraba una perfecta perversión: Belle Ombre. Literalmente, se traduce como bella sombra, que ya en sí es un hallazgo maléfico insuperable. Pero jugando con la imaginación, también puede traducirse como “Bella Hombre” –y subrayo la “a” de Bella porque no es un error-. Patricia era lesbiana por el lado perverso. Su casa ideal, su cueva placentaria, quería ser eso. Una bella mujer decididamente masculina en sus iniciaciones… y en sus posesiones. Conecta con otras moradas legendarias que orbitan sobre mi novela, como el Manderley de Rebeca o la Casa Usher de Poe. Por cierto, el gato de Juana Echegaray, Sultán, también cifra un homenaje a los de mi adorada Patricia. Y eso que yo soy más de perros. Algún día, cuando pueda dedicarles el tiempo que merecen, tendré a mi lado un Border-collie, un Labrador y un Schnauzer. A mi humilde entender, la santísima trinidad de las divinidades caninas.


- Si se crease una leyenda en torno a este libro ¿Cómo lo llamaría usted? Y si el libro fuese un animal de leyenda o mitológico de la zona ¿Cuál sería?

Puf, mi imaginación no alcanza para tanto…. en lo que afecta a la primera parte de la pregunta. Nunca escribo pensando en un gran número de lectores. Solo para aquellos que Dickens definió como los “happy few” –los pocos felices-, o como Rossini, “para Dios y mis amigos”. Mi lector ideal es una prolongación aproximada de mí mismo. Sucede algo semejante con mi novela: también es una prolongación, una proyección de mis vidas imaginarias, por más que las proyecte sobre un escenario real. Lo que me pides, convertir un texto en un animal mitológico o legendario, también excede mis competencias. Pero podría estar cerca de un cruce entre el cortejo de almas en pena que siguen al cazador endemoniado –Mateo Txistu, una variante macabra del Flautista de Hamelín-, el cuervo que acompaña a Mari –la divinidad matriarcal- (Hago otro inciso: la palabra “cuervo” también admite una lectura críptica, en la línea de Patricia Highsmith. En francés se dice “corbeau” –traduzco a lenguaje esotérico: “cor”, casi como “corp”, cuerpo, y “beau”, bello)-, y el lobo negro de Laverna de Echegaray, la matriarca maléfica de las brujas de la novela.



- ¿ Cree que si Nines no hubiese tenido una hermana como la que tiene hubiese cumplido su sueño de París o se hubiese quedado anclada a su madre?

Nines y Juana son la misma persona, desdoblamientos de una misma personalidad, sombras –bellas sombras- recíprocas. Pero volviendo a lo textual, solo puedo responderte: ¿quién lo sabe? Todo en la vida sucede como en esa película de Woody Allen, “Match Point”, o como en el minuto fatal que decidió la batalla de Waterloo. El azar es tan importante como el destino…, si también en esto no estamos hablando de la misma cosa. La pelota da en la cinta de la red, puede caer a cualquier lado. Por un instante, la victoria y la derrota están en el aire. ¿A qué obedece la suerte definitiva? ¿Al azar o al destino? Nines estaba predestinada a ser Nines. De hecho, la Nines real sigue siendo la misma… a sus 93 años de edad. Y su destino final, afortunadamente, ha sido bastante más feliz que el que yo me he permitido inventar para ella. Pero, ¿quién nos dice si, en otras circunstancias, hubiera podido o no duplicar el desenlace de mi novela? Junto con todo lo previo, me fascinan los mitos griegos. Y particularmente sus grandes damas trágicas: Electra, Medea, Fedra, Antígona, Ifigenia… Con mucha autoironía, riéndome de mí mismo, sólo así me permito el atrevimiento de ubicar a Nines en ese friso. Al fin y al cabo, no me cabe duda que todos los mitos fueron en su origen una historia trivial ensanchada por la leyenda.



- ¿Quisiera añadir algo más a esta entrevista o decir algo a los lectores de la web?

De entrada, decirte que me ha encantado. No hace falta ninguna pregunta más, pero volviéndola a sobrevolar, sigo viendo aquello que me impuse en el momento en que comencé a escribirla. Buscaba una historia que cruzara todos los géneros, o al menos unos cuantos –el terror, el humor, el costumbrismo, el mito, la reflexión sociológica y hasta la política-, tal como sucede en nuestra vida real. Si la literatura de género está denostada es porque tiende a ser demasiado excluyente. Y, sin embargo, nos ha regalado obras mayúsculas de la literatura universal, como el “Drácula” de Bran Stoker, el “Yo, Claudio” de Robert Graves o las comedias de Oscar Wilde. Ahora estoy acabando otra muy diferente y sin embargo muy semejante. Sucede en la Praga del emperador Rodolfo II y tiene como protagonistas a personajes tan reales como el astrónomo Tycho Brahe –el hombre de la nariz de plata-, el pintor Arcimboldo, el mago John Dee –a quien debemos el emblema de James Bond, 007-, o el rabino Judá León, el creador del Golem. Todo gira en torno a un libro excepcional, el Manuscrito Voynich, que traía loco a nuestro Felipe II. …Y hasta aquí puedo contar. Será un placer pasearla por esta página, cuando salga de cuentas.

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