En Kivu (República Democrática del Congo), una de las zonas más violentas del mundo, un grupo de mujeres llega hasta el Hospital de Panzi después de haber sido violadas en grupo por las guerrillas de la zona que dominan los recursos minerales. Su tratamiento psicológico antes de la reinserción las enfrenta al dilema de aceptar a los bebés que han dado a luz tras las violaciones, encontrando en la cuestión de la maternidad una manera de resistir.
¿Qué sabemos de la República Democrática del Congo? Poco o casi nada, pues no interesa mucho a occidente y lo único que importa a los países del primer mundo son los materiales y recursos naturales que tiene este rico y gran país.
Con una cultura fascinante es olvidado, pasa de puntillas y en silencio por las agendas políticas de occidente.
El desinterés por este increíble país hace que la población siga teniendo problemas muy graves que son obviados como la pobreza, la violencia sexual, la inestabilidad…
Semillas de Kivu nos enseña sin medias tintas y sin anestesia la violencia sexual cometida como arma de guerra contra las mujeres del Congo.
A los violadores les da igual que sean unas niñas o que sean ancianas. El pensar que mujeres sean niñas o ancianas son víctimas de estos actos es horrible.
¿Pueden estos hombres cometer tales atrocidades y luego mirar a los ojos a las mujeres de sus vidas?
Las mujeres son las protagonistas indiscutibles del documental, pero el Hospital de Panzi el escenario silencioso que ayuda a sanar y curar las heridas físicas y mentales.
A este lugar no llegan todas las mujeres violadas y vejadas, a este sitio llega un porcentaje pequeño de lo enorme que es el país.
Los testimonios de las mujeres embarazas y con hijos es desgarrador. Creo que el corto sirvió de catalizador para sacar lo que sentían.
Ellas han tenido hijos fruto de su violación y están solas o han sido repudiadas por sus familias. Las reflexiones realizadas en voz alta erizan la piel, pero son mujeres increíbles con una mentalidad única.
Aunque me hicieron cuestionarme acerca de la humanidad perdida de un mundo feo y horrible.
Néstor López y Carlos Valle Casas durante el encuentro posterior a visualizar esta producción nos explicaron una mirada más profunda del proceso de producción y lo que significa este corto.
Lo que vemos en el documental me ha tocado tan profundamente que me resultaba imposible expresar
con palabras lo que sentí o como me ha impactado.
Salí emocionalmente herida y aunque hay una pequeña rendija de luz al final de este horror siento que mientras no se pare o se tomen medidas, seguirá igual o peor.
Es horrible ver como para los países ricos y desarrollados es más importante tener baterías de litio duraderas y otros recursos naturales que parar esta pesadilla.
Pues, también se habla del exilio de las personas por explotar más y más territorio por caprichos de Chinos and CO.
¿Qué puedo hacer desde mi cómoda casa del primer mundo? No mirando hacia otro lado, hablando de los lugares del mundo que fueron noticia y fueron callados fulminantemente, pero sobre todo. Buscando visibilizar a aquellos que, en medio de la violencia, son los más vulnerables y sufren las mayores atrocidades.
Semillas de Kivu es un tirón de orejas. Lo que sucede en el Congo es una herida muy profunda que no puede seguir obviándose, ni tomándose a la ligera.
Aunque en el documental vemos una pequeña delgada línea inspiradora y llena de fortaleza, es nuestro debe colectivo trabajar para poner un punto y final a lo que ocurre.
Ojalá... este cortometraje no se hubiese hecho, pues eso significa que el mundo es un lugar mejor.
Por cierto, el reparto de África se hizo como el culo y según les dio la gana y sin respeto.
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