Mila y sus padres se acaban de mudar a un pueblo pequeño. Aburrida de ordenar cajas, Mila sale a dar una vuelta y conoce a Lucas y a los matones que quieren hacerle la vida imposible.
Entre los dos consiguen ahuyentarlos, y entonces pasa lo que suele pasar: un meteorito cae en el bosque cercano, dos misterioso hombres en gabardina llegan al pueblo y un perro callejero descubre que es capaz de hablar.
Y eso no es todo: un extraño ser, alto, brillante y terminado en punta, los vigila sin ser visto.
Así es como, de la noche a la mañana, Mila y Lucas se ven envueltos en una aventura. Su misión será proteger al perro parlante mientras intentan enterarse de qué demonios está pasando.
Las mudanzas son un rollo. Y más rollo aún si encima te
mudas a un pueblo aburridísimo en el que nunca ocurre nada. Y incluso peor
cuando te llamas Mila y no te gusta nada tu nombre.
Y en esas cavilaciones estaba la protagonista de esta
historia cuando, dando un paseo para alejarse un rato de las cajas y más cajas
que inundan su nueva casa, se encuentra con Lucas y con un grupo de matones que
parecen dispuestos a hacerle picadillo.
Entre los dos no solo consiguen espantarlos (de momento),
sino que también dan comienzo a una gran amistad. Aunque no tienen mucho tiempo
para hacerse las típicas preguntas de «¿cuál es tu color favorito?» o «¿qué te
gusta hacer en tu tiempo libre?», porque de repente un objeto envuelto en fuego
pasa a toda pastilla por el cielo y va a caer en el bosque al lado del pueblo.
Por supuesto, no dudan ni un instante en acercarse al
lugar para investigar qué ha ocurrido pues, además, ellos son dos de los cuatro
únicos testigos del suceso.
Allí encuentran un meteorito, con su cráter y todo.
Y un perro un tanto roñoso que además puede hablar.
El problema es que enseguida aparecen unos señores con
gabardinas negras dispuestos a diseccionar cualquier cosa que pueda haber
venido del espacio exterior.
Y, claro, un perro parlante no suena muy terrícola que
digamos.
Ayudados por el último testigo del suceso: un ser
larguirucho, brillante y puntiagudo, que los observa sin ser visto, Mila y
Lucas tendrán que elaborar un plan para proteger a su nuevo amigo peludo, mientras
tratan de entender qué está ocurriendo y plantan cara al malote del pueblo.
¡Qué libro TAAAAN divertido!
Mila y el pedrolo del espacio exterior es
una lectura muy loca, muy muy loca, llena de ocurrencias, personajes de lo más
peculiares, giros inesperados y un estilo narrativo que es todo sentido del
humor.
Si tuviera que destacar mi cosa favorita de este libro
diría, sin duda, el modo de narrar de Fran Collado. ¡Qué pasada! Ingenioso,
gamberro, agudo… superdivertido.
La edición de Anaya viene ilustrada a color y es que los
dibujos de Bea Tormo no se quedan atrás. Igual de divertidas y locatis que el
texto, lo complementan a la perfección y encima a todo color.
Te recomiendo que no te saltes las biografías de los
autores que aparecen en la solapa. De verdad, léelas que no tienen desperdicio.
Mila y el pedrolo del espacio exterior ha
sido una lectura entretenidísima con la que me lo pasé genial y me reí. Si
estás buscando una aventura middle grade divertida, alocada, con dosis de
intriga y recién llegada del espacio, no te la puedes perder.
Recomendada por la editorial a partir de 10 años.
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