Directora, guionista y actriz, licenciada en Arte Dramático por la ESAD de Málaga, miembro de la Academia de cine española, socia de CIMA, DAMA y PNR, donde forma parte de la junta directiva. Dirigió su obra de teatro "Causes of AIDS" en Gambia y ha contribuido como guionista en programas de TVE, obteniendo reconocimientos en los Premios Zapping e Iris. Actualmente, desarrolla proyectos como el largometraje "Tubab”, la serie “Callejón dulce callejón” y los cortometrajes "Gina y Bruna", "Familias", "Grietas" y "NRCP". Como actriz, protagonizó largometrajes entre ellos el "El violín de piedra" y cortometrajes galardonados, como "Terapia de choque", “Lara”, “Mayo”, y “Sed” entre muchos otros, recibiendo premios y nominaciones por sus interpretaciones en festivales nacionales e internacionales. También ha participado en producciones en Los Ángeles.
—África S.A. está narrada desde el punto de vista de una niña de 8 años ¿Tenías claro desde el inicio de la concepción del cortometraje que fuese ella la narradora? ¿Crees que esta edad permite una mirada más sincera y una mirada prometedora al futuro, que la de alguien más mayor? (Aunque, la historia se centre en tres generaciones de mujeres africanas).
El hecho de que una niña sea la narradora del cortometraje me permite explorar la historia desde dos perspectivas distintas: la inocencia de su mirada, que interpreta todo como un juego, frente a la realidad que viven los demás personajes, conscientes del contexto en el que están involucrados. Esta dualidad refleja también la visión del espectador, revelando dos tipos de personas implicadas en el complejo del salvador blanco: aquellos que participan sin plena conciencia de su rol y otros que, a pesar de saberlo, continúan actuando sin autocrítica. Sin embargo, me gusta la idea de presentar una mirada prometedora hacia el futuro, donde los niños puedan desarrollar una comprensión más realista de la situación y transformar su perspectiva. Ya que este complejo, en esencia, no es más que una semilla de racismo que hemos alimentado de manera sutil e imperceptible en nuestro interior. Son esas zonas grises que todos poseemos, donde coexisten la capacidad para el bien y el mal, el heroísmo y las mezquindades.
—El cortometraje tiene una duración de 7 minutos, pero ¿hay alguna idea que se haya quedado sin desarrollar o que quieras hacerlo en un futuro con algún proyecto narrativo o audiovisual? O ¿Qué no te terminaba de cuadrar en este cortometraje?
La duración es ideal para esta historia, ya que se ofrece una representación muy concisa de una realidad que seguimos perpetuando sin detenernos a examinar el porqué de esta actitud. Aunque el complejo de salvador blanco es un tema con mucho potencial, la historia que presento aquí aborda precisamente lo necesario para ilustrar este fenómeno sin extenderme innecesariamente.
Actualmente, estoy trabajando en un largometraje que también explora el complejo de salvador blanco, pero desde una perspectiva diferente. Este proyecto no solo examinará este complejo, sino también la influencia de la percepción externa en la autoimagen de las personas negras. La historia subrayará el choque cultural, las dinámicas entre opresores y oprimidos, y el fenómeno del colonialismo emocional, un aspecto rara vez plenamente comprendido pero profundamente arraigado en nuestro imaginario colectivo.
Además, la narrativa abordará temas como la discriminación, la injusticia social, y las percepciones erróneas sobre África por parte de algunos europeos y sobre Europa desde la perspectiva de algunos africanos.
— Tu experiencia personal en Gambia en 2012 seguramente haya sido una fuente de inspiración para el cortometraje. Pero, ¿hay alguna anécdota o historia que habías olvidado y con tu proyecto has vuelto a recordar?
Ha sido un proceso muy revelador. Empecé escribiendo el largometraje y, en varios momentos, lo que estaba plasmando me parecía completamente ficción; no podía creer lo erróneo de mis acciones. Me di cuenta de cuánta arrogancia y superioridad había habido en mi actitud. Empezaron a aflorar recuerdos que había reprimido, quizás por no tener que enfrentarme a mi propia vergüenza al reconocerlos. Fue un viaje terapéutico que me llevó a experimentar ira, vergüenza y rabia. Sin embargo, al leer una frase en una revista, “¿Harías el viaje si no llevaras cámara de fotos?”, sentí que el cortometraje se descargó completamente. La escritura del largometraje me permitió asumir y limpiar muchas cosas, dejándome en un lugar donde podía reírme de mí misma y de mis acciones pasadas.
—Sí, pudieses volver al 2012 en un viaje al pasado, pero sabiendo todo lo que sabes y habiendo reflexionado ¿Qué es lo primero que cambiarias de tu estancia allí?
Ahora iría a Gambia desde una perspectiva completamente diferente. Viajaría allí con la curiosidad de una turista deseosa de sumergirse en una nueva cultura, aprender un idioma distinto y experimentar sabores y olores diferentes. Iría con la misma mentalidad abierta con la que he visitado México, Los Ángeles u otros destinos a los que he ido, sin la necesidad de “salvar” a nadie. Compartiría experiencias con las personas de Gambia desde una posición de igualdad, no de superioridad, y vería y escucharía de manera más clara, libre de los filtros del complejo de salvadora blanca.
— La sátira es un recurso muy poderoso para denunciar injusticias y generar reflexión. ¿Tienes miedo de alguna crítica por utilizar este recurso? O ¿por qué al utilizar la sátira, algunas personas, no entiendan lo que cuentas?
También he enfrentado esos miedos y he sido consciente de las críticas que pueden surgir desde todos los ámbitos: ONG, voluntarios, personas blancas, personas negras. Hubo un momento en el que me di cuenta de que estaba esperando constantemente una validación externa, un permiso para contar mi historia y sentirme segura de que lo que comparto tiene un lugar y no causará daño. Al reconocer esto, comprendí que seguía buscando la misma validación que cuando iba a otros países “a ayudar”, esperando que se reconociera mi supuesto valor. Fue entonces cuando decidí enfrentar y superar esos miedos. Al final, siempre habrá críticas sobre la forma, el contenido, el humor... Si voy a ser criticada, que sea por algo que realmente quiero defender. La primera autocrítica es la mía, y desde ahí surge el cortometraje. Aprecio las críticas que me ofrezcan nuevas perspectivas que aún no había considerado. Quiero dejar de vivir con miedo al error, a la opinión ajena o a la posibilidad de que algo que hice moleste a alguien. Todos estamos aprendiendo a vivir, y aunque no sabemos exactamente cómo hacerlo, estoy comprometida con reconocer mis errores y con enfrentar todo lo que ello conlleve. Creo que el cortometraje está escrito de manera que todos puedan entenderlo, sin lugar a dudas. A no ser que no quieran sentirse identificados.
—¿Qué aspectos de la cultura africana has querido destacar o muestras al espectador? (que conocemos y desconocemos).
Juego con muchos clichés para poder romperlos y mostrar así otro lado de los personajes africanos como la iniciativa, la resiliencia y la habilidad para transformar la percepción ajena en una ventaja.
—Deconstruir el complejo de "salvadora blanca" es un proceso desafiante ¿Qué aprendizajes obtuviste desde que te diste cuenta y cómo los aplicas en tu vida cotidiana?
Mi proceso de aprendizaje ha sido un camino lleno de pequeños pasos. Primero, me di cuenta de que adopté una actitud de superhéroe, creyéndome moralmente superior y ejerciendo roles en los que no tenía verdadera experiencia. Luego, al revisar las fotos que subí a las redes sociales, me sorprendió ver cómo promovía esa sensación de superioridad moral debido a los comentarios que me iban haciendo a mis post: repitiendo frases como “Qué buena gente eres, son tan felces a pesar de ser tan pobres, gracias por hacer lo que haces…” Comentarios que la gente hacía solo por el hecho de verme fotografiada al lado de gente negra, ni siquiera necesitaba mostrar en la foto que estaba trabajando, solo con estar al lado de ellos yo era la heroína y ellos los pobres.
También tuve que enfrentarme al hecho de que fui a ver el parto de una mujer africana simplemente por ser blanca, sin pedir permiso ni considerar su privacidad. Abusé de mi condición de europea blanca para acceder a lugares solo porque podía. A medida que me enfrentaba a estos recuerdos, la herida se profundizaba. También me di cuenta de algo, que tenía una tendencia a considerar a todos los africanos como inherentemente buenos, simplemente por su origen. Todo esto me hacía plantearme muchas preguntas: ¿Estaba invalidando su capacidad de hacerme daño? ¿Minimizaba tanto su humanidad que no les permitía ser también complejos y fallar?
Todas estas preguntas han sido fundamentales en mi proceso de reflexión. Fue muy interesante ver cómo la mente construye creencias que parecen válidas hasta que se revisan y se ve lo absurdo de ellas. Aún sigo deconstruyéndome. Me observo a diario, cuestionando mis pensamientos, palabras e intereses. Ya no confío plenamente en mis propios juicios, porque cuando actuaba como salvadora blanca, creía sinceramente que estaba haciendo lo mejor posible. Ahora, soy cautelosa con mis propias percepciones y me permito cambiar de opinión y corregir errores. Reconocer mis fallos, aprender de ellos y reírme de mis equivocaciones es parte de mi proceso, y cuando consigo estar en paz, hago cine con ello.
—¿Crees que cambiará algo en el espectador que se acerque para ver el cortometraje?
No sé si mi cortometraje cambiará algo en el espectador, eso depende de cada persona y de su disposición para hacerlo. Al final, el mensaje termina con cada espectador, ya que cada uno plantea una visión, siendo el que lo ve quien completa el proyecto de manera personal. Esa es la magia del cine: es una experiencia distinta para cada individuo. Yo, por mi parte, seguiré hablando de este tema, no solo a través del cortometraje y el largometraje, sino también en la prensa, blogs y cualquier otro espacio donde se me dé la oportunidad de sacar a la luz esta conversación.
Así que te agradezco muchísimo este rincón que me has ofrecido donde podemos debatir sobre todo esto.
Un abrazo.
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