El diseño no tiene por qué ser complicado, y por eso esta guía de diseño centrado en el ser humano muestra que la usabilidad es tan importante como la estética. Incluso los más inteligentes pueden sentirse ineptos al no saber qué interruptor de la luz o del horno hay que encender, o si hay que empujar, tirar o deslizar una puerta. La culpa, argumenta este ingenioso —incluso liberador— libro, no la tenemos nosotros, sino el diseño de productos que ignora las necesidades de los usuarios y los principios de la psicología cognitiva. Los problemas van desde los controles ambiguos y ocultos hasta las relaciones arbitrarias entre controles y funciones, pasando por la falta de retroalimentación u otro tipo de ayuda y las exigencias irrazonables de memorización. El diseño de las cosas cotidianas muestra que un diseño bueno y usable es posible. Las reglas son sencillas: hacer que las cosas sean visibles, explotar las relaciones naturales que unen función y control, y hacer un uso inteligente de las restricciones. El objetivo: guiar al usuario sin esfuerzo hacia la acción correcta en el control correcto en el momento adecuado. El diseño de las cosas cotidianas es un poderoso manual sobre cómo —y por qué— algunos productos satisfacen a los clientes y otros solo los frustran.
*Traducción de Esther Cruz Santaella.
Hoy vengo a recomendar un libro totalmente diferente a los que he estado reseñando durante los últimos meses (quizá incluso años).
El diseño de las cosas cotidianas
de Don Norman ha sido una de esas lecturas que te llegan por sorpresa,
que empiezas sin ningún tipo de expectativas, simplemente por el hecho de ver
un poco de qué va, y termina siendo un gran descubrimiento del que aprendes un
montón de cosas.
Como digo, cuando abrí el
libro y leí el prefacio del autor, en el que explica las novedades de esta nueva
edición del libro, que revisa y actualiza la anterior, pensé que no me iba a
interesar en absoluto. Ni soy diseñadora, ni informática, ni nada parecido y,
de hecho, se me da horriblemente mal la tecnología.
Sin embargo, Don Norman
nos habla de diseño, sí. Pero de diseño en general, del modo en el que han sido
concebidos y creados objetos tan cotidianos como una puerta, una nevera, el
termostato de la calefacción o un reloj de pulsera. Claro que habla de otro
tipo de dispositivos más modernos y tecnológicos, pero de nuevo son cosas que
casi todos utilizamos o conocemos, aunque sea por encima.
Y, lo más interesante para
mí, nos explica cómo las personas percibimos la información de nuestro entorno,
cómo la procesamos, cómo la almacenamos en nuestra memoria y cómo respondemos
ante ella. Desde este enfoque psicológico, nos hace conscientes de cómo nos
relacionamos con los objetos, de por qué cometemos determinados errores, de cómo
los solucionamos y de los mecanismos que llevamos a cabo antes de realizar una
acción.
A lo largo del libro, el
autor va conectando ambos campos (diseño y psicología), de un modo ameno,
entretenido y bastante accesible para cualquier tipo de lector. No creo que haga
falta ser experto en ninguno de estos ámbitos (yo ya digo que no lo soy ni de
lejos), para entender el libro y disfrutarlo. Sí que es verdad que el último
capítulo es más específico para diseñadores, por lo que fue el menos
interesante, pero también el más breve. El resto, no se me hizo nada pesado, ni
denso, sino todo lo contrario.
El diseño de las
cosas cotidianas me pareció una lectura superinteresante, de la que
aprendí un montón y que me hizo fijarme en cosas de mi alrededor a las que
nunca había prestado atención. Una sorpresa inesperada.
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