Casi sin darse cuenta, Cuervo acaba envuelto en una red de problemas
de la que parece imposible salir.
Una afición aparentemente inofensiva que acaba
convirtiéndose en un grave problema.
*Traducción de María Reimóndez.
Con La liebre mecánica (escrita originalmente
en gallego con el título A lebre mecánica), Ledicia Costas ganó el Premio
Lazarillo de Creación Literaria en 2021. Anteriormente ya había ganado este premio
en 2015 con Escarlatina, a cociñeira defunta y en 2017 con A balada
dos unicornios.
En La liebre mecánica conocemos a Nana y
Cuervo, dos adolescentes que no están pasando por su mejor momento.
Cuervo está raro desde hace tiempo. Desaparece sin decir a
nadie dónde va, está apático y parece haber perdido incluso el interés en su
novia Nana. El único refugio en el que se siente tranquilo es la pista de
skate, donde el sonido de las ruedas contra el asfalto le hace casi función de
ASMR. Bueno, y las carreras de galgos, donde hace pequeñas apuestas por
diversión.
Nana está preocupada. Echa de menos al Cuervo que conocía y
del que estaba enamorada. Además, la relación con su padre no es nada sencilla
y, entre todo eso y el instituto, cada vez tiene menos tiempo para trabajar en
el manga que está escribiendo.
Poco a poco, las cosas empiezan a ponerse más y más feas.
Con la excusa de conseguir dinero para ayudar a un colega, Cuervo empieza a
apostar de manera más frecuente, hasta quedar atrapado en las redes de la adicción
al juego, con todo lo que ello supone. Empieza a faltar a clase, se pelea con
su hermano, deja de salir con sus amigos y empieza a mezclarse con gente muy
chunga.
Sus amigos no saben lo que está pasando, pero aun así, saben
que van a hacer lo que puedan para intentar ayudarlo, porque eso es lo que
hacen los amigos.
La liebre mecánica es una novela que plasma
una realidad que, por desgracia, está totalmente de actualidad; es un aviso
sobre la gravedad de la ludopatía en adolescentes y sobre lo fácil que es caer
en sus redes sin apenas darse cuenta. También habla de amistad y de lo
fundamental que es pedir ayuda cuando la necesitemos, aunque no sea una tarea
nada fácil.
El libro está narrado en primera persona por Nana y Cuervo,
que se van alternando los capítulos para tomar la palabra. Este recurso me ha
parecido muy interesante, pues gracias a ello conocemos los dos puntos de vista
implicados en la historia.
Por un lado tenemos la experiencia de Cuervo, contada desde
el mismo centro del problema. A través de sus palabras presenciamos desde
dentro la angustiosa evolución que sufre una persona cuando padece adicción al
juego. Además, nos colamos tras los cristales opacos de los salones de juego y
tras los banners brillantes de las páginas web de apuestas, para ver cómo
funcionan en realidad y cómo enredan a la gente para irla atrapando entre sus
redes poco a poco.
Por otra parte, durante los capítulos narrados por Nana,
conocemos el punto de vista del otro lado, el de la gente cercana a Cuervo, que
saben que le ocurre algo, pero no logran entender qué es. En estas partes del libro,
podemos comprender cómo afecta la adicción al juego (o cualquier otra, en
realidad) al entorno del protagonista. No es solamente Nana la que sufre por
haber perdido a su pareja y a su mejor amigo, sin saber por qué. También están
sus amigos, sus familiares, incluso aquellos que saben que se entretenía apostando,
pero que no imaginan en qué ha derivado lo que parecía simplemente un juego.
Ledicia Costas ha conseguido que ambas voces suenen creíbles,
actuales y contengan la personalidad de los protagonistas, además de ir
evolucionando con ellos a medida que sus sentimientos van cambiando a lo largo
de la novela. El tono es tan real que, leer a Nana y a Cuervo, es como estar
escuchando a dos adolescentes contar sus historias.
Para añadir aún más realismo y cercanía a la lectura, la historia
se ambienta en un barrio de una ciudad que muchos lectores van a poder reconocer
como suyo. Mientras leía, no podía dejar de pensar: «es que podría ser
perfectamente el local de apuestas que hay a diez minutos de mi casa».
La liebre mecánica me ha parecido una novela
intensa, por la cantidad de sentimientos diferentes que plasma entre sus
páginas; dura, por la historia que cuenta; valiente, porque presenta una
realidad espeluznante que existe en nuestras calles aunque no la veamos; pero muy
fácil de leer por el estilo narrativo cercano y creíble que maneja la autora.
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