La maestra le ha pedido a Marcos que haga un trabajo sobre el enanismo junto a dos compañeras con las que no se lleva muy bien. Incapaz de negarse, Marcos tendrá que encontrar a un niño que padezca ese trastorno del crecimiento para entrevistarlo. Durante esos encuentros aprenderá muchas cosas sobre la enfermedad y, aún más importante, sobre la valentía y la fuerza de superación de las personas que la padecen.
A veces caen en tus manos libros que, a primera vista, quizá
no habrías elegido como lectura. Empezar a leer Treinta
centímetros me daba un poco de respeto, porque pensaba que iba a ser
una historia demasiado dura por el tema que trata. ¡Qué alegría haberle dado
una oportunidad! ¡Cuantísimo me ha gustado! ¡Qué maravillosa es la magia de los
libros y de la literatura, que son capaces de sorprender de este modo!
Marcos tiene el nivel de asertividad por los suelos: es
incapaz de llevar la contraria a la gente, ni siquiera cuando le proponen algo
que le apetece menos que lo menos apetecible del mundo. Como, por ejemplo, hacer
el trabajo de final de curso con Fany y Susi, dos niñas muy listas, pero
extremadamente mandonas. Por supuesto, él ha dicho que vale. Y ellas han
decidido el tema —la acondroplasia— y han repartido quién hará cada parte del
trabajo. Y punto.
A Marcos le ha tocado buscar a una persona que padezca
acondroplasia para entrevistarle. La parte más difícil, vamos. Pero, por
suerte, muy pronto le presentan a Damián, un niño de su edad que padece ese trastorno.
Tras un primer encuentro un poco incómodo, en el que Marcos tratará de cumplir
con su parte del trabajo sin decir ni hacer nada que pueda molestar a Damián,
lo que se presentaba como una ardua tarea dará paso a un montón de ratos
compartidos, juegos, bromas, confidencias y una amistad fuerte. Durante todos
estos momentos, Marcos aprenderá un montón sobre la enfermedad de Damián, pero,
sobre todo, aprenderá que su nuevo amigo es un niño divertido, cariñoso,
inteligente y muy valiente.
Mi aspecto favorito de Treinta centímetros ha
sido poder ser testigo de la evolución de la amistad entre Marcos y Damián. ¡Los
niños son fabulosos! A pesar de los miedos, de las advertencias que le habían
hecho los adultos y de la estigmatización social asociada al enanismo, Marcos
tarda cero coma en dejar de ver la enfermedad de Damián para ver simplemente a
Damián, un niño de su edad, con una realidad diferente a la suya, sí, pero un
niño como él, al fin y al cabo. Es en ese momento mágico en el que las «entrevistas
de trabajo» se convierten en quedadas entre amigos, en las que Marcos puede ver
cómo es el día a día de Damián mientras ambos toman un refresco, pasean, juegan,
charlan, hacen bromas, se reconfortan cuando lo necesitan o se ayudan con los
deberes del cole. La amistad entre los dos niños surge y se va fortaleciendo de
una forma totalmente pura, al mismo tiempo que Marcos aprende que son nuestros
actos, y no las circunstancias que nos vienen dadas, los que nos definen y que
el valor no tiene nada que ver con nuestro tamaño.
Otra cosa que me ha gustado mucho es el estilo con el que Mercedes
Olivet nos narra la historia. Al cederle la voz a Marcos, la historia nos
llega desde el punto de vista de un niño de once años que está enfrentándose a
muchas cosas nuevas en su vida: de repente no sabe decir que no, su mejor amigo
se está comportando un poco raro… y ahora encima se da cuenta de que hay niños
que necesitan hacer cosas básicas (como sentarse en la silla de clase) de un
modo totalmente distinto a como lo hace él. A lo largo de la novela recibimos
un montón de información interesante sobre la acondroplasia (buena parte de
ella bastante dura), acotada por las dudas, las preocupaciones, las
alegrías, las decisiones y los sentimientos de Marcos. Además, gracias a nuestro
narrador, la lectura se hace muy amena y dulce, incluso hay algunos toques de
humor que suavizan la tensión que se pueda acumular en esas escenas un poco más
complicadas.
A través de esta novela también nos damos cuenta de lo
importante que es detenerse a mirar las cosas desde la perspectiva de los
otros. ¿Qué son treinta centímetros para Marcos? Pues nada, una birria. ¿Qué
son treinta centímetros para Damián? Prácticamente un mundo nuevo lleno de posibilidades.
Y así con casi cualquier cosa en la vida. Porque a lo mejor lo que a mí me
parece una chorrada, para otra persona es algo primordial.
Treinta centímetros ha sido toda una sorpresa para
mí. Una lectura dulce, emotiva, muy interesante y preciosa. He aprendido mucho
sobre la acondroplasia, pero también he conocido a dos niños fantásticos y he
sido testigo del nacimiento de una amistad que estoy segura de que va a durar
para siempre.
¡Qué contenta estoy de haberla leído!
*Recomendado a partir de 10 años.
Una historia muy bonita y emotiva por lo que cuentas. TOmo nota para regalar, pero no me importaría tampoco leerla.
ResponderEliminarBesotes!!!