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Opinión de Alma de elefante de Andrea Maceiras


Suy y Lawen son mellizos. Suy tiene alma de mariposa y Lawen de elefante. O eso dice la viejecita Champey. A Suy le parece imposible: él es más fuerte y siempre ha cuidado de su melliza. Lawen es distinta de las otras niñas: le cuesta expresar sus sentimientos y se pone nerviosa con las situaciones nuevas. ¡Él debería ser el elefante! Pero a veces las cosas no son lo que parecen. A veces los tesoros tienen cuatro patas. Y solo las mariposas vuelan lo suficientemente alto para encontrarlos.

 





Alma de elefante de Andrea Maceiras ha sido la novela ganadora del Premio Anaya de este año.

Suy y Lawen son mellizos y viven en Sat Naapa, un poblado remoto situado en algún lugar del sudeste asiático. Allí todavía se vive respetando las tradiciones, en perfecta armonía con la naturaleza, aunque también cuentan con ciertos avances modernos como generadores eléctricos, bidones para conservar el agua e incluso algunos vecinos disponen de viejas televisiones. Y también, poco a poco están empezando a llegar turistas y empresarios extranjeros que amenazan con destruir la riqueza exuberante que ofrece la selva.

Pero volvamos a los mellizos. Porque la aventura de Alma de elefante se centra en ellos y comienza con una mentirijilla. Suy y Lawen son casi iguales físicamente: se visten igual, llevan el mismo corte de pelo y siempre están juntos. Pero Lawen es especial: le cuesta expresar sus sentimientos, se pone muy nerviosa ante las situaciones o personas desconocidas y puede pasar horas ensimismada construyendo hileras de guijarros junto al lago. Además, según la viejecita Champey, Suy tiene alma de mariposa y Lawen, de elefante. ¡Y aquí viene la mentira! Como a Suy no le gusta nada este reparto de animales, hace creer a Lawen que ha sido al contrario.

Pero no tenía mala intención. Suy adora a su hermana y es el encargado de cuidar de ella, de calmarla cuando se angustia y de jugar con ella siempre que no está en la escuela.

Uno de sus juegos preferidos consiste en buscar tesoros y un día encuentran un tesoro de cuatro patas: un elefante que huye del maltrato de sus antiguos dueños. Junto a Tep, los niños iniciarán un inolvidable viaje que tendrá como objetivos encontrar Ru, un lugar donde todo el mundo que lo necesite (humano o animal) puede vivir en paz y sentirse aceptado.

Alma de elefante me ha parecido una lectura preciosa, escrita de un modo ameno, pero tan poético que me ha permitido deleitarme en cada página. Las descripciones de los escenarios y de los animales que se van encontrando a lo largo del viaje son muy evocadoras, permiten perfectamente imaginarse los lugares (y despertar la curiosidad de buscar imágenes en internet si no has tenido la suerte de visitar nunca nada parecido).

Porque la novela cuenta el viaje físico de los niños y el elefante hacia Ru, las dificultades del trayecto, las personas con las que se va encontrando, los lugares tan diversos que atraviesan… pero también es un viaje interno, en el que los niños (sobre todo Lawen, pero también Suy) crecen, descubren el mundo y empiezan a darse cuenta de cuál es su lugar en él.

Además del crecimiento personal de los protagonistas, la autora también aborda temas tan fundamentales como el cuidado de los espacios naturales, el respeto a los animales, la riqueza cultural propia de la diversidad humana o el amor familiar.

La novela cuenta con una dedicatoria muy especial: «para el niño o la niña que perdió el dibujo que yo encontré cerca de Banteay Srei y que inspiró, sin saberlo, esta historia». Y, con eso, incluso antes de comenzar a leer la historia de los mellizos, Andrea Maceiras ya nos introduce de lleno en la atmósfera de calma, de riqueza natural y espiritual, casi de magia, en cierto sentido, que nos acompañará durante toda la lectura.

La edición del libro viene en tapa dura e incluye preciosas ilustraciones de Jordi Solano a color.

Una lectura que me ha gustado muchísimo, que me ha transportado a lugares remotos y me ha hecho soñar con mi propio Ru.

Recomendado a partir de 8 años.

 

Opinión de Inés Díaz Arriero

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