Lórim, Kózel y sus compañeros del Liceo, por un lado, y el detective Brynn junto con los pocos aliados que le quedan en la Guardia, por el otro, tendrán que encontrar la manera de derrotar al Águila Blanca aunque eso signifique jugar a su mismo juego, un juego muy peligroso.
Se avecina una Segunda Revolución que podría devolver el trono a los Indrasil o desterrarlos, esta vez, para siempre.
[PUEDE CONTENER
SPOILERS DE HEREDERO Y ELLOS Y NOSOTROS]
Me resulta
bastante complicado escribir esta reseña porque no quiero dejarme llevar por
los sentimientos, pero, a la vez, me parece inevitable por todo lo que ha
supuesto para mí La Segunda Revolución. Acabar de leer una saga siempre conlleva
un no sé qué, que mezcla satisfacción y nostalgia, pero en este caso ha sido
demasiado fuerte, porque decir adiós a algo tan grande duele un poquito. Pero,
bueno… allá vamos.
Ahora que ya no
quedan dudas sobre la existencia del Águila Blanca, Blyd, y prácticamente todo
el país, se encuentra dividido entre los que se declaran públicamente a favor
de la restauración del régimen de los Indrasil, los que se niegan a retroceder
en el tiempo y los que no saben/no contestan. Las aulas del Liceo están medio
vacías, porque muchos alumnos han decidido no regresar este curso y la
violencia va poco a poco ganando fuerza en las calles.
Nuestros chicos
por un lado y el detective Brynn por otro intentarán encontrar un modo de
derrocar al Águila Blanca para evitar que haya más víctimas, pero esto les
conducirá a enfrentarse con un dilema ético bastante problemático.
Tras el agónico final
de Ellos
y Nosotros, todo apuntaba a que en Libres, Iguales, Justos íbamos a
sufrir como condenados. Y así ha sido. A pesar de recuperar en cierto sentido
el ritmo más pausado del comienzo de la saga, la trama tiene tal intensidad que
apenas da tiempo a pararse a respirar. Y los pocos respiros que nos conceden, concentrados
la mayoría en la primera mitad del libro, como diría una de las mitades de Costa Alcalá, tienen un ligero «sabor a
lágrimas».
En esta última
parte, como pasamos menos rato en el interior del Liceo, podemos aprovechar
para descubrir nuevos rincones de Blyd y conocer más a fondo la historia del
país y algunas de sus tradiciones. Me sigue fascinando la riqueza del mundo que
han creado Costa Alcalá, pues está tan
lleno de detalles que en ningún momento se queda estático, sino que da la sensación
de estar tan vivo como la historia en sí. Ojalá en el futuro siguieran
enseñándonos más.
Otro aspecto que
me parece muy interesante, y que quizá en Libres, Iguales, Justos es donde más
claro se ha visto, es la capacidad que tienen los autores para incluir
argumentos realistas y actuales en el interior de una novela de fantasía. De
hecho, hay ciertas cosas que están sucediendo aquí y ahora, y que al ver alguna
de las consecuencias que pueden acarrear da hasta pánico.
Cada vez que he
hablado de La Segunda Revolución (y he hablado mucho y con mucha gente)
siempre destaco a sus personajes. Tan complejos, tan reales, tan vivos… tan
humanos, al fin y al cabo. Desde el principio he tenido a mi favorita, pero aun
así, los quiero mucho a todos. Me encanta ver cómo se relacionan entre ellos,
cómo se abrazan, sus gestos de complicidad y el modo en el que encarnan valores
tan importantes como la amistad, el amor o la lealtad. Pero al cerrar Libres,
Iguales, Justos, me he dado cuenta de que lo que más me ha gustado de
toda la trilogía ha sido cómo estos personajes se respetan y se mantienen
fieles a sí mismos hasta la última circunstancia, incluso cuando parece que van
a flaquear y se van a dejar arrastrar por la presión, siempre, siempre,
siempre, siguen siendo ellos mismos. Si tuviera que destacar una única cosa de La
Segunda Revolución, sería esto.
Libres,
Iguales, Justos ha sido el broche de oro perfecto para una saga que ya
ocupa un lugar privilegiado en mi biblioteca y en mi corazoncito de lectora. Sé
que la voy a seguir recomendando como he venido haciendo hasta ahora y que se
va a quedar conmigo siempre aunque en este momento toque despedirse.
Adiós a las
«malas ideas» y a las ocurrencias de Kózel, a la ternura de Kástor, al enorme
corazón de Enzo, a las historias sobre osos y cosas congeladas de Nero, a los
firmes ideales de Vann, al inabarcable diccionario de sonrisas de Lórim, a la
sensatez de Denna… Gracias a Costa Alcalá
por haber creado este mundo y estos personajes y por haber querido compartirlo
con nosotros. Me da pena que haya acabado. Me he leído el epílogo cuatro veces
y todavía no han sido suficientes. Pero ¿sabéis que es lo mejor de los libros?
Que cerrarlos nunca tiene por qué significar un adiós, que tenemos la suerte de
que quedan ahí para siempre que queramos regresar a ellos. Sé que volveré al
Liceo de vez en cuando; ya me he asegurado de dejar la puerta entornada al
salir. ¡Hasta pronto!
Se nota que lo has disfrutado muchísimo. Y sí, lo bueno de estos libros es que siempre podemos volver a ellos. No es un adiós definitivo. Me has picado la curiosidad con esta saga.
ResponderEliminarBesotes!!
Acabo de terminar la trilogía, me siento muy identificada con lo que describes sobre ella.
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