Un sicario y un médico llevan ya tiempo trabajando para un peligroso cártel de narcotráfico. Sus misiones suelen ser llevar paquetes y deshacerse de traidores, así como de cualquier individuo que se interponga en los beneficios de la banda. Un día reciben un paquete del que tendrán también que deshacerse. Pero no se trata de un encargo habitual ya que el paquete resulta ser una niña de 10 años, que es hija del jefe de un cártel rival y a la que tendrán que mantener retenida hasta recibir nueva orden. A la pequeña le pueden suceder dos cosas: O que la asesinen descuartizándola vida y esparcir los pedazos o dejarla en libertad. La niña, asustada pero inteligente, pronto verá que su única posibilidad para escapar y salir con vida será hablar con sus captores y ver si aún hay algo de humanidad en sus corazones.
El mal que hacen los hombres es una película exageradamente violenta con claras influencias
del cine de Tarantino, siendo seguramente de Reservoir Dogs de la que más se nutre este film
de Ramón Térmens que consigue mantener en vilo al espectador hasta el final, no solo por la
espectacularidad visual de su brutal y salvaje violencia sino también por la calidad
interpretativa de sus intérpretes, así como del desarrollo de una historia bien contada y que en
su estructura perfectamente podría pasar por una macabra obra de teatro cuyo argumento
gira en torno a las bandas de narcotraficantes que dominan la frontera de México con Estados
Unidos. Rodada casi en su totalidad en un único escenario, el interior de una nave que simula
un matadero, el director nos cuenta la historia de unos personajes que se encuentran
encerrados en la factoría cárnica, Santiago (Daniel Faraldo), un veterano sicario, y Benny
(Andrew Tarbet) un médico expulsado del cuerpo, se dedican a llevar a cabo los encargos
profesionales en calidad de sanguinarios sicarios que les ordena Lucho (José Sefami), el capo
de la droga más importante de la región, hasta que reciben la orden de descuartizar y asesinar
a una niña de corta edad (Priscilla Delgado), momento en el que Lucho aprovecha para enviar
a su sobrino Martín (Sergio Peris-Mencheta), un psicópata sin escrúpulos, para tratar de
certificar el buen trabajo de los dos sicarios…y es aquí donde verdaderamente comienza a
desarrollarse la historia de este tenso thriller de Ramón Térmens en el que nada es lo que
parece, y cuyo guión ha sido llevado a cabo por el también actor protagonista Daniel Faraldo.
La película consigue con éxito explorar los límites del salvajismo humano con una puesta en
escena que ayuda a recrear un constante infierno del que no parece posible escapar con vida.
Sin embargo, el final de la película resulta un tanto extraño, tal vez precipitado y carente de
fluidez, que hace que el personaje de Santiago se desdibuje un poco y la película produzca una
especie de chirrío en su final. Un detalle a tener en cuenta es que decidieron rodarla en inglés;
si Shakespeare dudaba entre ser o no ser, aquí el dilema moral de nuestros personajes será el
de matar o no matar a la niña, he ahí la cuestión…
Por: Jaime Fernández Palacios
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