Ginois es la hija mayor de un duque y conoce bien sus cuidar de sus hermanos y su voluble madre mientras dure la guerra que retiene a su padre en el inhóspito norte. Pero su mundo se derrumba cuando descubre que Loren, de quien siempre ha estado enamorada, se ha desposado con la antigua sacerdotisa pagana Devana. Por si fuera poco, Loren solicita la ayuda de Ginois para preparar a Devana para su nueva vida e inculcarle la fe verdadera. Para cumplir con su cometido, la joven tendrá que viajar a un antiguo castillo del enemigo, lugar en el que la magia aún crepita por cada rincón y cuyos habitantes están envueltos en despiadadas intrigas.A pesar de sus diferencias, Ginois queda fascinada de inmediato por Devana, que es un rompecabezas en sí es bella y descarada, pero también alberga en su interior una tristeza laberíntica en la que tendrá que adentrarse si quiere ganarse su confianza… o destruirla.
Entre ellas se desarrolla un juego de seducción, celos y poder, en el que cada una intentará dejar su marca sobre la otra. Ginois se descubrirá perdida en un mundo cuyas reglas desconoce y, quizás, Devana sea la única que pueda guiarla, pero ¿a qué precio?
El 2023 trajo el conjuro de Carmen Romero Lorenzo y, aunque los portales de la fantasía no son mi senda habitual, sus personajes femeninos y lo que tenían que contar bordaron su esencia en mi memoria.
Con reina del estío me he vuelto a encontrar con este particular universo de personajes femeninos que me han embriagado con sus diversas voces, pero que siguen perdurando en la memoria.
Es complicado elegir un único elemento como mi favorito en esta historia. Pero, destacaría la calma que precede a las muchas tormentas que golpearán a cada uno de los personajes de alguna forma.
A su vez, destacaría el poderoso e hipnótico papel narrativo del bosque, crucial no solo para la ambientación, sino también en instantes determinantes que permiten entender a algunos personajes o su comportamiento.
Pero, Devana y Ginois son para mí el eje central de la historia. En un tenso baile de confesiones, silencios y culpas, ellas van dibujando su complejo destino.
Como si de un tapiz se tratase, la relación entre estas dos mujeres se va tejiendo y deshaciendo. Dejé de intentar entender a Devana y me dejé llevar por toda su fuerza. Pero con Ginois me paso algo curioso y es que creí conocerla por lo que sabemos de ella, pero la sobrestime. Estos dos personajes están tullidos emocionalmente y como se complementan, como se empiezan a entender me fascina. Pues, ojalá en la vida real, intentásemos dejar a un lado nuestros conflictos e intentásemos conocer a la otra persona sin cuestionar, sin preguntar y aceptando la realidad.
La realidad cae con crudeza en algunos instantes, y el castillo de Iblis es un claro ejemplo: con su apariencia de cuento de hadas, para mí funcionó como una metáfora de las apariencias que esconden verdades duras.
Este castillo tiene dos alas, el habitado y el deshabitado, pues este contraste es un golpe en el estómago de la realidad entre el norte y el sur.
Me fascina como la noche y la oscuridad son herramientas poderosas de sugestión para el lector. Me hipnotizaron esas descripciones de sueños y pesadillas en las que no sabes si es real o es fruto de algún hechizo.
Hablando de la magia, creo que Carmen nos deja con la miel en los labios. En ritos de primavera estaba más presente y era más poderosa, pero en reína del estío son las leyendas, son las palabras las que tienen mayor poder y pueden hechizar el lector.
Jamás concebí la tensión que encerraba la espera de una carta o de una persona. Lo digo por el padre de Ginois que está tan presente y al mismo tiempo tan lejano o cuando el lector desea conocer a Don Loren y perder de vista al rey cuervo.
Hablando de personajes odiosos, Doña Cordelia con su doble rasero cruel se me antojo repelente, pero al terminal la novela como que todo hizo clic en mi mente. Su ausencia es crucial, pues sin ella muchas de las tensiones de la historia no serían las mismas.
En Reina del Estío, la familia parece pesar en todos los sentidos, y la frase: “La familia es la que eliges y no la que te imponen” cobra sentido con una fuerza inusual.
Carmen Romero Lorenzo nos regala una novela de contrastes. Una novela con ecos de guerra donde las historias se unen tejiendo un conjuro que transita entre la fortaleza y la fragilidad humana.
Las verdaderas batallas se libran en el corazón y en encontrar nuestro lugar, en el mundo. Carmen me ha dejado hechizada después de cerrar el libro, me ha lanzado un conjuro que perdura.
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