Sara y Guille se han mudado a orillas del Lago di Como. Mientras esperan su primer bebé reciben la visita de Pablo, un enigmático mochilero. Con su llegada, se tambalearán los cimientos de todo aquello que, hasta ahora, ninguno de los tres se había atrevido a cuestionar en voz alta.
Esta obra es como un faro luminoso. Es un puerto seguro al que acudir en medio de la tormenta. Una pregunta que puede salvarte la vida sin que lo sepas.
Tiene un texto que toca todas tus terminaciones nerviosas y te hace reír, incluso en los instantes más oscuros de la historia.
Música ligerísima ocurre en un escenario de ensueño como es el Lago di Como. Este lugar funciona como un personaje silencioso que es testigo de todo lo que sucede. Me cautivó esta presencia muda pero importante en la narración.
Más allá de Sara, Guille y Pablo, la trama se enriquece con personajes inmateriales como son la empatía, amabilidad o miedo, entre otras, que cobran vida propia.
Es una obra sobre tres personajes con miedos, anhelos y secretos, que se encuentran y entrelazan en música ligerísima y buscan el coraje de poderlo decir en voz alta.
Coke Rodríguez, Gadea Candela y Albert Green crean una sinergia preciosa sobre el escenario y nos sorprenden con unas actuaciones sublimes. Estos tres actores brillan con luz propia hipnotizando al espectador con cada palabra o frase que nos regalan.
La química entre los actores es palpable, pero la música es un regalo cuando las palabras no salen y se necesita decir mucho. Las canciones elegidas para la obra son un regalo precioso que hace que conectes mucho más con toda la narración.
Todas las conversaciones entre los tres personajes me resultan fascinantes y no puedo elegir ninguna en concreto, pues todas llevan de alguna manera al desenlace final, pero sin esperarlo.
Las conversaciones van desde lo más loco y banal hasta lo más profundo, pero los actores lo transmiten con una sutileza cautivadora.
No somos conscientes del poder tan grande que tienen las palabras. La obra nos da un tirón de orejas en toda regla. No sabemos lo que puede marcar la diferencia entre no decir nada y preguntar ¿estás bien?
Me he sentido en paz disfrutando de una obra sin conversaciones telefónicas, ni de Whats App. En la que todo gira en torno a mirarse a los ojos y decir lo primero que se te venga a la cabeza, aunque sea una auténtica locura, pero esta locura es preciosa.
El escenario y la escenografía son sencillos y minimalistas, pero transportan al espectador a un pueblo de Italia con vistas al Lago di Como y esas descripciones que los actores nos hacen parecen cobrar vida en la mente del espectador.
Antes hablaba de la música de la producción, pero la danza como forma de expresarse, de quitar tensiones, como para dar alas para volar y llevarnos hacia una nueva libertad nos ayuda a entender a Sara y redescubrir a Pablo y a Guille.
Sin olvidarme de los objetos de la obra, pues unas simples plantas o un simple sillón pueden ayudar al espectador a entender algo mejor a los personajes, sus relaciones y personalidades.
He visto muchas obras maravillosas en estos últimos meses, pero hacía tiempo que no me emocionaba tanto.
El final me ha sanado el alma en muchos aspectos y cuando ha terminado la obra me he sentido más en paz.
Estoy siendo muy críptica con música ligerísima , pero me ha gustado tanto que siento que no puedo expresarlo todo y me estoy quedando a medias, pero es una experiencia artística y teatral a otro nivel.
Esta obra pasa a mi top 10 de mejores obras del 2024.
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