Un reloj no marca las horas.
Un espejo está eternamente empañado.
Un cuadro no siempre muestra lo mismo.
Alguien está huyendo.
Alguien es culpable.
Alguien está desesperado.
Alguien es inocente.
Alguien busca venganza.
Los cinco han escuchado el grito de la banshee.
Uno morirá cuando alcance su cénit la luna del cazador.
Sophie, Connor, Ezekiel, Sebastian y Lily son cinco de los
residentes del Centro Willowderry de rehabilitación a través de las artes. Ese
lugar al que acuden jóvenes para recuperarse de diferentes adicciones por medio
de sesiones de psicología, seminarios y talleres artísticos.
En principio, no hay nada que los haga diferentes del resto
de personas que habitan el castillo. Salvo que una noche, los cinco escuchan un
misterioso grito que pone fecha de caducidad a sus vidas. O, al menos, a la de
uno de ellos, que morirá al finalizar la noche de la luna del cazador.
Desde ese momento, la incredulidad, las dudas, la negación…
llenan sus días. Pero también comienzan a darse cuenta de que en el castillo, tal
vez, ocurren cosas un poco extrañas y la necesidad de saber, de investigar qué
está pasando, los obliga a unirse con el objetivo de descubrir si existe un
modo de salvarse.
Me resulta muy complicado hacer la reseña de La luna
del cazador, porque honestamente lo que me gustaría sería pasarme horas
hablando y hablando de cada mínimo detalle; y, al mismo tiempo, podría
reducirlo todo a un «¡guau!» y ya está.
Empecemos por la ambientación, que es maravillosa y tan
envolvente que me llevé unos cuantos sustos cuando en casa me hablaron mientras
leía. ¡Estaba totalmente dentro! Lo primero que debes saber es que toda la
novela tiene estética Dark Academia. El centro de rehabilitación está situado
en el castillo de Willowderry, un lugar antiquísimo, oscuro, laberíntico, lleno
de pasillos y estancias que incluso parecen cambiar, como si estuviera vivo. Mira
que no suele gustarme demasiado que las narraciones se detengan mucho en la
decoración de los escenarios, pero en este caso me han fascinado las descripciones
tanto de la arquitectura, como de la decoración del lugar. Por supuesto, no está
permitida la tecnología allí dentro.
Y el emplazamiento del castillo en sí solo hace que acrecentar
esa sensación de haber viajado a otra época en la que la existencia de
criaturas mitológicas y espíritus no es solo posible, sino bastante probable.
Una pequeña isla de Irlanda, a la que solo se puede acceder a través de ferry, llena
de frondosos bosques, en la que apenas hay un pueblo y unas cuantas granjas
desperdigadas por aquí y por allá.
Otra de mis cosas preferidas han sido los elementos de
folklore y tradiciones culturales de Irlanda. No solo nos encontramos a la
banshee que sale ya mencionada en la sinopsis, sino que toda la trama está
salpicada de criaturas y leyendas de transmisión oral que han llegado a los
protagonistas a través de sus parientes más anciano o de algunos de los
habitantes de la isla.
Por si la trama en sí no es ya lo bastante frenética y
adictiva, la estructura del libro me facilitó aún más querer aprovechar cada
minuto libre para seguir avanzando con la historia. La novela está dividida en
varias partes, que coinciden con las fases lunares. Dentro de cada una de
ellas, obviamente hay capítulos. Pero es que cada capítulo (y aquí es donde mi
cerebro, que no puede dejar un capítulo a medias, se puso muy contento), se lo
reparten entre los cinco protagonistas para ir narrando cada uno desde su punto
de vista, partiéndolos en «subcapítulos» muy breves. Vamos que el centro
Willowderry es para curar adicciones, pero La luna del cazador consigue
justo lo contrario, jaja.
Como digo, Sophie, Connor, Sebastian, Ezekiel y Lilly van narrando
la historia desde su punto de vista y en pasado. Además, explican cómo se sintieron,
qué pensaron, cómo veían a los otros y se van abriendo (unos con más cautela
que otros) acerca de los motivos que los llevaron a acabar en el centro
Willowderry.
Me encantó mucho que, en medio de la locura de la trama,
quedase tiempo para conocerlos y ver todo lo que tienen dentro cada uno (que es
mucho y bastante complejo).
Y también queda espacio para el amor, en su sentido más
amplio.
De la trama en sí, poco más tengo que decir. Trepidante e
inquietante, llena de suspense. Reconozco que me engañé a mí misma fiándome del
modo de narrar (no quiero dar muchos detalles de esto) e iba bastante confiada durante
las últimas páginas, así que el final, que ya de por sí es una bomba, me dejó
totalmente moñeca.
Como ya creo que nos tienen acostumbrados Costa Alcalá, tenemos
un epílogo es de esos de «te he estado haciendo sufrir todo el libro, pero
ahora cuando lo cierres al menos te vas con el corazón calentito». Ay…
Así que nada, La luna del cazador me parece la
lectura perfecta para esta época del año. Fantasía y folklore, estética Dark Academia,
personajes complejos, representación LGTB, escenarios sombríos, intriga y el
sello inconfundible de Costa Alcalá que tanto me gusta.
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