- Tienes varios relatos escritos, aunque no publicados ¿en alguno de estos tenías algún esbozo de la historia?
No. El resto de relatos (cortos) son completamente originales. Sí que es cierto, sin embargo, que el esbozo de “Siete Islas” se formó en mi cabeza a lo largo de muchos meses antes de plasmarse en papel. Escribí el guion, la estructura de la obra, e incluso el borrador de los primeros 4 capítulos hace unos 10 años, aunque el proyecto quedó aparcado hasta que surgió la ocasión de retomarlo.
- Las rocas se convierten en polvo nada más tocarlas y Mario se obsesiona con encontrarlas todas y descubrir qué secreto ocultan. ¿Por qué rocas y no otra cosa u objeto? ¿Qué tienen de especial las rocas de Canarias?
Bueno, ese es el hilo conductor de gran parte del libro. ¡Resolverlo aquí sería destripar algunas de las sorpresas que se esconden al final de la historia! Lo que quizás sí puedo explicar es que Mario no imagina nada. Las rocas se deshacen de verdad cuando Mario las toca, ya que casi al principio encuentra una de ellas en presencia de un testigo que también ve cómo se desintegra la piedra.
Pero ¿qué pasa si la roca la toca otra persona que no sea Mario, y que no ha desarrollado ese extraño sentido que le guía hasta ellas? ¿Y por qué están precisamente en Canarias? He recibido comentarios acerca del libro de numerosos lectores, y puedo decir que ninguno de ellos fue capaz de adivinar el final antes de leerlo.
-Si este libro fuese un juego o una partida de ajedrez ¿Qué movimiento o juego sería? (de tu infancia, adolescencia o actual).
“Siete Islas” es una obra que me recuerda bastante a una montaña rusa: si bien empieza de una manera bastante reposada, con abundantes descripciones y rica en detalles, a medida que pasan las páginas la historia se acelera hasta que al final adquiere un ritmo frenético. Del mismo modo que en una montaña rusa al principio del viaje la vagoneta recorre la primera subida despacio, de forma casi agónica, y de repente entra en caída libre, toma velocidad y empieza a hacer tirabuzones y giros mortales.
Bien pensado, el libro tiene más puntos en común con las montañas rusas, pero mejor no doy más detalles para no destripar sorpresas.
- Aunque la historia sea en el presente ¿Tenías claro que la partida se jugase hace décadas?Sí, por supuesto. El lector que empieza a leer sitúa la acción en el presente, pero no pasa mucho tiempo hasta que aparecen más personajes que dan a entender que hay algo en juego que se inició hace bastantes años.
A medida que nos adentramos en la historia y se revelan más detalles, resulta evidente que ciertos acontecimientos en el pasado han sido los que han conducido a Mario, y al resto de actores de esta función, a su situación actual.
-Una novela siempre tiene varias lecturas, capas y tiene muchos detalles ocultos que cada lector ve a su manera o con sus ojos. ¿Cuál es el detalle que más gusta o el más especial?
Hay varios detalles que pasan desapercibidos en una primera lectura. No es que el lector no esté lo suficientemente atento, sino más bien que todavía no tiene todas las piezas del puzle y es imposible que se de cuenta de ciertas cosas hasta que no ha leído el libro en su totalidad. Más de una persona me ha comentado que, al llegar a las páginas finales, algo ha resonado en su memoria y han hojeado de nuevo los primeros capítulos para confirmar ciertos detalles que, obviamente, no captaron su atención en un primer momento.
Con todo, hay un pequeño detalle que me gusta mucho y que pedí de manera expresa a la editorial que tuviera en cuenta cuando estaban realizando la maquetación. De nuevo, lamento no poder ser muy explícito por el factor sorpresa, pero tendrá que bastar con decir que el libro impreso tiene una particularidad que no es un error de maquetación. No todo el mundo se percata de ello, y los que lo hacen a veces piensan que es un error de imprenta. No es el caso.
- Cada capítulo lo terminas con un "cliffhangers" o momentos emocionantes ¿Hay algún final de capítulo que te haya costado más que otro?
La verdad es que la escritura de cada capítulo fluyó de una manera muy natural. Hay un capítulo, casi al final, y en el que se resuelve casi toda la trama, que es muy especial, diferente al resto, y al que me enfrentaba con cierto temor antes de escribirlo.
Además, se dio la circunstancia de que cuando me senté a escribirlo surgió una urgencia en mi trabajo que me obligó a redactar casi simultáneamente un informe laboral. Pensé que seguramente el capítulo en cuestión requeriría de una revisión en profundidad, pero cuando esa misma noche releí el capítulo antes de ir a dormir, quedé fascinado al ver que prácticamente no hacía falta tocar ni una coma.
Detalles como ese me han hecho pensar a veces que no fui yo quien escribió el libro, sino el libro el que me escogió a mi para, a través de mi mano, tomar forma física.
- El personaje de Mario ¿Qué tiene de ti? ¿Qué has aprendido de él?
Tiene muchísimas cosas mías. De hecho, prácticamente la totalidad de situaciones cotidianas a las que se enfrenta en su periplo por las Islas Canarias están basadas directamente en mis propias experiencias, por lo que se podría decir que, en parte, es una extensión de mí mismo. Creo que todas esas experiencias y anécdotas le dan una capa de realismo a la historia que, aunque tenga tintes fantásticos y de ciencia-ficción, hacen que todo lo que sucede sea creíble. Evidentemente, también hay muchas situaciones “no cotidianas”, inventadas, en las que Mario es un personaje original.
De él podemos aprender que no todo es lo que parece. Que todo depende del color del cristal con el que se mire. Y, sobre todo, que debemos vivir el presente. Con frecuencia nos molestamos o enfadamos ante las adversidades con las que nos topamos, sin pararnos a pensar que su importancia es relativa y, a fin de cuentas, no somos más que diminutos peones de una enorme partida de ajedrez.
Muy interesante
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