Esta casi felicidad se desarrolla a través de una hermosa e ingeniosa metáfora donde se mezcla la realidad y la fantasía. ¿Qué ocurre cuando nuestra percepción de lo que es «verdad» contrasta con la de nuestro entorno y en especial con la de nuestros seres queridos?
La obra no da respuestas mágicas, pero sí nos regala una lección de vida que emana de Ágata en cada uno de sus diálogos, llenos de sabiduría y sentido del humor. El resultado es un espectáculo fresco, divertido y conmovedor, que nos permite reflexionar sobre lo que es verdaderamente importante en la vida.
Desconcierto. Eso es lo que sentí
durante los primeros minutos desde que las luces de la sala se apagaron. Ágatha salía al escenario y se quejaba
de que estaba harta de interpretar cada noche el mismo papel, quería dejar
atrás al guion y hablar de cosas interesantes con el público. Es decir, nada
más empezar, la protagonista rompió la cuarta pared y nos metió a todos en el
juego (técnico y músico incluidos). A partir de ahí, las reflexiones sobre la
felicidad y lo que realmente importa en la vida se van sucediendo de manera un
poco atropellada por el miedo a ser descubiertos por los personajes que no
quieren renunciar al guion.
Cargada de ironía y toques de
humor, Esta casi felicidad, en realidad, nos plantea una historia dura
y conmovedora, en la que el conflicto entre lo que parece real y lo que de
verdad lo es marca la línea que separa la aparente felicidad de unos y
otros. Casi se podría catalogar de tragicomedia, pues contiene muchos de
los elementos de este tipo de obras. Los dos personajes son realistas, existen
de verdad y quizá muchos de nosotros conozcamos a personas que pasan por esa
misma situación ahora mismo. El tema que trata es terriblemente doloroso, pero
los toques de humor hacen que todo se vuelva mucho más ligero. Eso sí, el
runrún post-representación no te lo quita nadie.
Con una escenografía prácticamente
inexistente (una mesa y dos sillas), todo el peso dramático recae sobre las
actrices y los discursos de sus personajes, acompañadas por música en directo a
cargo de José Manuel Montenegro. Y
en realidad no hace falta nada más porque ambas actrices son maravillosas. Marta Bolaños (y bebé) interpreta a
Silvia, una mujer joven desbordada por la gran responsabilidad que tiene sobre
sus hombros. Y Cruz López-Cartón es
la tía Ágatha, esa mujer que trata de explicarnos lo importante que es que
seamos quiénes nosotros mismos pensamos que somos. ¡Menudo papel qué hace esta
mujer! ¡Fantástica, de verdad!
Una obra de teatro intensa, en la
que los personajes quieren salirse del escenario y el público se convierte en
personaje, mientras un remolino de sentimientos invaden la sala haciendo que
todos los presentes pasen de las carcajadas al llanto (y viceversa) sin saber muy
bien cómo ha sucedido. Una profunda reflexión sobre la realidad, la felicidad y
la importancia de ser quiénes queremos ser.
Podéis disfrutar de Esta
casi felicidad hasta el nueve de enero, todos los martes a las 20:15 en
la Sala Lola Membrives del Teatro Lara (Madrid). ¡No olvidéis llevar la mente
abierta y un paquete de pañuelos en el bolsillo!
—Opinión de Inés Díaz Arriero—
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