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Opinión de el princep de Alex Sardá: un baile silencioso

Hoy es día de estreno y Artur, hijo de una familia burguesa y bailarín en una compañía de danza contemporánea, actúa como el príncipe de un reino hecho a su medida. Todo cambia cuando su padre es arrestado por corrupción en un escándalo inmobiliario. A partir de ese momento, Artur deberá decidir entre proteger a su familia encubriendo a su padre o enfrentar las consecuencias de renunciar a sus privilegios
.


El princep de Alex Sardá es una arquitectura visual increíble y que se sostiene por esos movimientos envolventes y vibrantes de Enric Auquer y la fortaleza inquebrantable de Mona Martínez.
Estos dos actores se retan en un baile silencioso de decisiones, conflictos interiores y dramas familiares.
La primera escena del cortometraje, con esa coreografía tan hipnótica y perfecta, augura que algo va a ocurrir. Esos movimientos al unísono recuerdan a la de una bandada de aves que intenta no romperse, pero es la antesala de algo. Desconocemos lo que sucederá, pero hay algo que flota en el aire y lo hace denso.

Las coreografías de el princep son poderosas y te dejan hipnotizada. Son las palabras que no pueden salir de la garganta de Artur, la forma que tiene de gritar al mundo y el único lenguaje que puede transmitir en esos momentos oscuros.
Alex Sardá hace un retrato crudo y sin florituras de la forma en la que la vida te puede cambiar de un minuto a otro. De lo que son las apariencias en las típicas familias, que aparentemente parecen perfectas y son una fachada, y de como las decisiones que tomes en un solo segundo te harán bajar del pedestal y golpearte duro.

Mi padre siempre me ha dicho que viva el día a día, sin hacer demasiados planes. Este cortometraje es un recuerdo y un reflejo de que la vida es caprichosa y nunca sabrás hacia qué lugares te va a llevar.
También, habla de la familia, ese tema tan delicado, peliagudo, y a veces controvertido. Esas fachadas que pueden caer y esas verdades que pueden destruir.
He visto algo que me ha llamado la atención y es la relación que tiene el personaje de Artur con las mujeres de su vida y con los hombres.
No vemos a su padre, pero parece omnipresente en las conversaciones, discusiones y subidas de tono. Pero, somos consciente de cierto resquemor hacia él y lo que ha hecho. Artur no muestra incredulidad, sino un odio palpable dirigido a su hermano (Javier Beltrán), el personaje que introduce la fricción en el drama familiar (por encima, de su padre).
Luego está su madre (Mona Martínez) que parece ejercer sobre él una influencia extraña o parece ser que es la única que le apoya o entiende. O, no sé si pensar mal y sentir que ella de alguna manera, con ese apoyo, parece decirle ¡firma!

Las mujeres de la compañía de danza Elena Martín o Carla Linares vemos como al principio ejercen una influencia diferente al del final del cortometraje. Creo que verlas tras la decisión que toma (o no), como que desencadena en él una rabia desconocida.
Enric Auquer transita en varios estados emocionales a lo largo de el princep y lo hace de una manera tan sencilla que desarma al espectador.
En cambio, Mona Martínez su estado emocional parece ser siempre el mismo, pero me asusta, ya que no sabes si en algún momento saltará, levantará la voz o se resquebrajará.
Siento rabia por lo que le piden a Artur y como las apariencias lo pueden ser todo para esta familia. Sin importarles el daño que pueden realizar en su hijo, que tanto parece haber luchado por hacerse un hueco en el mundo de la danza.
Esta producción es un puñetazo silencioso que nos recuerda que, a veces, el mayor dolor no está en la caída, sino en como las apariencias terminan devorándonos en silencio y en caída libre.


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