La joya escondida del Festival de Berlín según The Hollywood Reporter. Tras salir del psiquiátrico, una joven empieza a cuestionar su realidad y encuentra consuelo en un chico que se parece (demasiado) a Ed Sheeran. Un retrato honesto, punzante y tierno de la salud mental que te hará reír mientras todo arde a tu alrededor.
Recién salida de un hospital psiquiátrico, Pia regresa a casa de sus padres pero descubre que no es la única cuya vida se ha desmoronado. En su lucha diaria por sobrevivir en su nuevo trabajo, un desamor persistente, sus medicamentos y el estigma social, Pia tropieza con una realidad que se siente tan inestable como ella misma.
Gracias a Filmin y dentro del Atlàntida Mallorca Film Fest, he tenido la oportunidad de ver “How to be Normal and the Oddness of the Other World” del cineasta austriaco Florian Pochlatko.
— Las protagonistas indiscutibles de esta producción son Luisa-Céline Gaffron y Elke Winkens, un dúo icónico que con sus interpretaciones nos hipnotiza y nos hacen disfrutar enormemente de esta producción. Aunque los hombres forman parte de la historia y son relevantes en algunos puntos de la misma, son Luisa-Celine y Elke quienes con sus papeles romperán silencios, tabúes: una hablará abiertamente sobre su salud mental y la otra callará. Una se cuestionará todo y la otra solo quiere volver a la normalidad, pero ¿qué es esa normalidad en el mundo?
— El personaje de Pía es un personaje con múltiples capas y texturas. Es un personaje impredecible y, toda esta producción lo es. No deis nada por sentado, ya que en un abrir y cerrar de ojos sé desmoronará todo lo que habíais asumido de “How to be Normal and the Oddness of the Other World”. Esta película parece estar contada desde dentro de la cabeza de Pía, y en algunos momentos se me ha parecido a una mezcla de Everything Everywhere All at Once y otras películas. Un homenaje a esas producciones con muchas posibilidades, con muchas probabilidades. El director deja volar al espectador y deja fluir la trama.
— Es una crítica muy cruda a la salud mental, a esas instituciones que tratan a las personas con enfermedades mentales de una manera deleznable, haciendo que tomen pastillas y, si unas no funcionan, pues les cambiamos a otras: como un círculo vicioso del que nunca se sale. Los especialistas sanitarios no escuchan o si lo hacen es a medias; escuchan su propia voz, pero no la voz del paciente. El humor que utiliza esta cinta para contar el drama de la salud mental es algo icónico con lo que he disfrutado, pues es la única manera de tratar situaciones surrealistas con un humor peculiar. La voz de Pía cuando habla de la toma diaria de sus pastillas o esos efectos secundarios resuena fuertemente en mí y lo harán en otras personas.
— Parece que hay una historia de (des)amor de fondo que aporta frescura y algo de vida al drama, pero se ha vuelto algo secundario y descafeinado a mitad de la película, pues el ex o el amigo de Pía no es capaz de ponerse frente a ella, no es capaz de hacerla que se ponga frente a un espejo (no el de todas las mañanas) sino otro. El personaje masculino del ex/amigo se desdibuja, pero las veces que hace su aparición crea un conflicto interior en Pía y hace que ella de un paso hacia delante. Es como si fuese una catarsis extraña: ver a una figura masculina, ya sea su ex, el compositor inglés, o los hombres de su trabajo, hace que Pía cambie o que su vida dé un volantazo.
— La película a menudo se siente claustrofóbica debido a los escenarios en los que se desarrolla la trama: la habitación de Pía, el cuarto de baño, la oficina, la sala de estar. Estos ambientes, como la habitación de Pía con candado al principio o los recurrentes cuartos de baño, parecen ser extensiones de la mente de la protagonista.
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